
Las reciente elecciones generales de Honduras, lejos de canalizar pacíficamente la pugnacidad política, dejaron al país centroamericano sumido en una incertidumbre electoral sin precedentes. Uno de los escrutinios más tensos y reñidos de su historia reciente que continúan hasta el momento en el que se realizó este episodio. Y es que el conteo avanzó entre pausas, incursiones esporádicas en varios centros de votación, fallos técnicos y un margen tan estrecho entre los dos principales candidatos —Nasry Asfura, del Partido Nacional, y Salvador Nasralla, del Partido Liberal— que cualquier variación mínima en las actas podría redefinir al próximo presidente. Aún así, con más del 80% de las actas procesadas, Nasralla mantuvo inicialmente una ligera ventaja, pero a medida que avanzaba el escrutinio, Asfura recuperó el primer lugar por una diferencia de apenas unos miles de votos. Al cierre de la semana, más de una cuarta parte del total de votos aún estaba bajo revisión y en suma, Honduras sigue sin saber quién ha ganado estos comicios.
Este escenario tan ajustado amplificó las dudas y cuestionamientos que ya existían sobre el proceso electoral. La detención repetida de la transmisión de resultados, las inconsistencias técnicas y la falta de claridad sobre el estado de las actas pendientes, alimentan las tensiones y eventualmente el respaldo social al gobernante entrante. Un aspecto no menor, si consideramos el sostenido descrédito que existe sobre la clase política y en especial contra el propio sistema electoral. Un evento electoral en el que también existió la intervención externa también, escalando la tensión: y es que las declaraciones del expresidente estadounidense Donald Trump, respaldando abiertamente a Asfura, así como el indulto al expresidente Orlando Hernández, buscaron influenciar en una elección tan reñida también.
Aún persisten los temores de que el resultado final —sea cual sea— llegue cargado de desconfianza y nuevas tensiones. El país enfrenta un momento decisivo: la necesidad de un cierre transparente y creíble que evite una crisis institucional y encaminar una transición pacífica de mandato, más allá de la incertidumbre electoral presente. En Mirada Semanal, examinaremos si Honduras pudiera lograr, en este contexto de tanta presión, mantener la difícil gobernabilidad democrática para el futuro próximo.






