El Covid19 logró magnificar patrones anteriores de respuesta a la enfermedad. La aparición de una nueva enfermedad infecciosa es noticia solo cuando el huésped son los humanos u organismos que son de importancia para los humanos, cuando es fatal y cuando no podemos detener la transmisión entre individuos.
Y es entonces cuando se ponen en marcha las posibles soluciones. Las autoridades sanitarias deben comunicarse con los gobiernos para tomar medidas eficaces. La sociedad también debe implicarse en el tema. Es decir, se debe establecer un diálogo entre políticos, médicos y científicos y la sociedad como un todo. En 2020, el mundo científico ha sido capaz de poner a punto tecnologías para identificar, monitorear y prevenir la transmisión de este nuevo virus en tiempo récord, pero aún así los efectos de esta nueva enfermedad son devastadores.
Para entender la velocidad de los descubrimientos científicos de esta pandemia basta recordar que durante el brote de SARS se tardó casi seis meses en identificar el virus que lo causó.
Repasemos la historia reciente. Un año ha pasado desde que se detectó un primer grupo de casos de neumonía de origen desconocido en Wuhan, China. Para el 3 de enero de 2020 las autoridades chinas reportaron a la OMS la presencia del virus en pacientes. Para la segunda semana de enero investigadores de China y Australia anunciaron la secuencia del genoma viral del coronavirus al cual llamaron SARS-CoV-2 por su similitud al que causó la crisis del 2002-2003. Para entender la velocidad de los descubrimientos científicos de esta pandemia basta recordar que durante el brote de SARS se tardó casi seis meses en identificar el virus que lo causó.
El desarrollo científico ha sido tal que es probable que cierta población de riesgo sea vacunada en las próximas semanas, con vacunas novedosas y que por ahora demuestran una eficacia de más del 90%.
En las últimas epidemias como la gripe H1N1 (2009), Ebola (2014-2016) y Zika (2015-2017), las vacunas no llegaron a desarrollarse a tiempo. En algunos casos como de la gripe H1N1 eventualmente llegaron a la población, una vez que la epidemia había llegado a su pico máximo y en otros casos como en el de Zika o SARS nunca se terminaron de desarrollar.
En el 2020 la ciencia tiene recursos que no tenía durante otras pandemias. En 1918, se dio la aparición de una nueva enfermedad letal, la llamada “gripe española”. El mundo estaba en guerra y en medio de tanto caos, apareció este nuevo virus. No había ninguna maniobra médica ni tratamiento que pudiera curar ni la gripe ni la pulmonía. Lo único que podía salvar al paciente era mantenerlo vivo hasta que pasara la gripe con comida caliente, mantas y aire limpio.
En América Latina se dieron varias reacciones, también signadas por lo poco que se sabia. Por ejemplo, en Buenos Aires, según el historiador Jaime Bortz a fines de octubre de 1918 la gran cantidad de enfermos hizo que la Dirección de la Asistencia Pública pusiera en práctica los consejos de los especialistas, prohibiendo espectáculos públicos en locales cerrados, reuniones en cafés después de determinados horarios y cerrando escuelas por 10 días.
Se ordena la cuarentena de viajeros que llegaran de Europa y se le pidió a la gente que evitará aglomeraciones públicas. A pesar de estas medidas, en octubre de 1918 en Buenos Aires murieron 1000 personas por la gripe.
Poco sabían los médicos de como curar la enfermedad una vez producida. Esta falta de conocimiento para combatir la enfermedad no estaba circunscrita a nuestro continente. El escritor Jorge Luis Borges rememorando sus años en Suiza decía, “tengo un recuerdo sobre los eucaliptos: hubo una epidemia de gripe española después de la primera guerra; entonces había grandes calderas en que quemaban hojas de eucaliptos —se suponía que era curativa”.
cuando los gobiernos y la gente siguieron los consejos de los expertos en especial el uso de barbijos y distanciamiento social, la enfermedad se pudo manejar más eficientemente.
La actualidad se nos presenta diferente. Médicos y científicos han generado resultados viables. A pesar de las terribles pérdidas una cosa es clara, cuando los gobiernos y la gente siguieron los consejos de los expertos en especial el uso de barbijos y distanciamiento social, la enfermedad se pudo manejar más eficientemente.
En los países en donde más se propagó la enfermedad (EE.UU., Brasil e India), sucedió lo contrario. Cuando los políticos reemplazaron a los expertos, como en el caso de Donald Trump en EE.UU. o Jair Bolsonaro en Brasil, sus efectos fueron letales para la población.
Sus recomendaciones sin ninguna base científica, tales como falsas curas o curas milagrosas (Trump y Bolsonaro) o incluso en contra de la vacuna (Bolsonaro) lo único que lograron fue que ciertos grupos de la población ignoraran las recomendaciones de epidemiólogos, médicos y científicos.
A diferencia de la resignación, y de la falta de resultados científicos significativos de 1918, esta pandemia del 2020 que fue tan desastrosa, dejará algunas lecciones importantes para nuestro futuro. Afirmará la relevancia de la ciencia por sobre la irracionalidad en la política y dará al conocimiento científico, y la vacunación en particular, un lugar central en nuestras sociedades. Cuando la ciencia avanza debemos escuchar a los que saben.
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Autor
Profesora del Programa de Biología Humana en el Hunter College, City University of New York. Doctora en Virología por Cornell University. Fue investigadora asociada en el Columbia University Medical Center.