No hay una orfandad intelectual o adormecimiento de ideas. Lo que sí existe es una mayor distracción a nuestros sentidos y una mayor concentración económica que nos impide ver nuestra humanidad bajo otras perspectivas.
Es necesario evitar caer en el instrumentalismo superficial que fomenta las innovaciones tecnológicas en la era digital y prestar atención a las determinaciones políticas y económicas que configuran el modo dominante de producción de información.
Las redes criminales sofisticadas están utilizando el ciberespacio para cometer nuevos delitos contra las personas que llevan a cabo sus actividades cotidianas de manera virtual.
El fenómeno de la desinformación no es una novedad. Lo que lo distingue en la actualidad estriba en la presencia omnipresente del internet y las redes sociales, las cuales han transformado radicalmente la forma en la que accedemos a la información.
El riesgo de la polarización es que genera una fractura social que nos podría llevar a un resultado de todo o nada. El voto no sería por el apoyo o rechazo a una plataforma política, sino una herramienta para silenciar aquellas voces con las que diferimos.
En la actualidad, los regímenes autoritarios ajustan sus tácticas de opresión y restricción de la libertad para adecuarse a la era digital en su esfuerzo por socavar las instituciones democráticas y afectar el intercambio de ideas.