Mas allá de los efectos del COVID-19 sobre las economías del Mercosur, los países miembros del bloque se encuentran en un momento crítico de sus relaciones en el inicio de la presidencia pro tempore de Uruguay. Brasil, país líder del bloque, ha desarrollado una política exterior contradictoria. Por un lado, se muestra anti-globalizante en muchos temas de la agenda internacional; y por el otro, partidario de una liberalización comercial amplia en un momento de proteccionismo global. En términos de su política comercial, el Brasil de Bolsonaro ha insinuado estar más interesado en las relaciones bilaterales con los países desarrollados, que en trabajar por la integración regional. En el caso del Mercosur, Brasil ha planteado una apertura comercial amplia como “condición” de ser un socio activo del grupo, posición que le ha llevado a enfrentar al nuevo gobierno argentino de Alberto Fernández que no basa su política económica en la “magia” del mercado.
Ser o no Ser Sudamericano
Las intenciones declaradas del actual gobierno brasileño hacia una preferencia del bilateralismo sobre el regionalismo, retrotrae la política exterior y comercial de Brasil a los tiempos de sus gobiernos autoritarios. Y de hecho, Bolsonaro ha llegdo a considerar seriamente la posibilidad de retirarse del Mercosur a pesar del éxito logrado el año pasado, —tras 20 años de conversaciones— de cerrar las negociaciones de un acuerdo Mercosur- Unión Europea.
Por otro lado, el gobierno de Bolsonaro se ha inclinado por un alineamiento político con Estados Unidos, a pear de la política comercial altamente proteccionista de la administración Trump, afectando incluso a las exportaciones de rubros importantes para Brasil como el acero. Este alineamiento político (conservador) con la potencia del norte, paradojicamente no es necesariamente favorable a la política de mayor libertad comercial sostenida por el gobierno Bolsonaro.
Mayor o menor apertura
En el ámbito regional, la política comercial llevada adelante por las autoridades económicas de Brasil se enfrenta a un gobierno argentino que camina en sentido contrario, tras casi diez años de estancamiento económico y sus efectos negativos principalmente sobre el sector industrial.
El gobierno de Fernández en Argentina ha sido crítico con ciertas concesiones hechas por el Mercosur —en el sector industrial y de servicios— en el cierre del acuerdo con la Unión Europea el año pasado. Y aunque finalmente haya aceptado este acuerdo, el actual gobierno no está dispuesto a mantenerse en la misma línea en las negociaciones que actualmente el Mercosur mantiene con países como Canadá, Corea del Sur y Singapur, entre otros. La retirada de Argentina de estas negociaciones ha sido una clara señal para Brasil de que no es momento de continuar abriendo las economías del Mercosur a países más desarrollados, al considerar que los términos de intercambio no serán favorables para los propios países del Mercosur.
Las diferencias dentro del bloque se han trasladado también a las actuales discusiones entorno a la propuesta brasileña de una reducción unilateral del arancel externo común para pasar, según entienden las autoridades económicas del Brasil, de un “regionalismo cerrado” a un “regionalismo abierto”. En otras palabras, el gobierno brasileño no está dispuesto a limitarse al cronograma de desgravación arancelaria con los países con los cuales el Mercosur ha firmado acuerdos de libre comercio; sino que busca una mayor presencia comercial del Mercosur en el mundo a través de un desarme arancelario unilateral y más profundo.
Esta idea ha sido fuertemente resistida por el gobierno argentino quien logró, durante las conversaciones de la presidencia pro tempore de Paraguay y ayudada por la fuerte presión de los gremios industriales de Argentina y Brasil, según ciertas fuentes, para que la propuesta brasileña no prosperara hacia una decisión comunitaria. Sin embargo, esta idea lejos de desecharse ha sido retrasada y volverá a tratarse durante la presidencia de Uruguay. Por lo tanto, se espera para este semestre una confrontación abierta entre los dos grandes del Mercosur entorno a la apertura comercial regional.
En medio de esta disputa se encuentran los dos socios menores cuyas posiciones son más afines a la postura brasileña, debido a que se tratan de economías muy abiertas, especialmente la paraguaya. Sin embargo, un mayor número de acuerdos del Mercosur con países desarrollados y una política de reducción arancelaria unilateral propugnada por Brasil, no solo puede acarrear pérdidas para los industriales de Paraguay y Uruguay en sus propios mercados, sino también en el mercado brasileño, principal destino de las exportaciones industriales de ambos países.
El fuerte distanciamiento entre los gobiernos de Brasil y Argentina en relación a la política comercial y el futuro del Mercosur, no encuentra precedentes desde la firma del Tratado de Asunción en 1991. Los jefes de Estado de ambos países, totalmente concentrados en sus problemas nacionales, no dialogan sobre temas que atañe a la región.
En el caso de Brasil, Bolsonaro ha iniciado una lucha intestina contra el Congreso, la Corte Suprema y los gobiernos estaduales por el COVID 19 y otros temas, lo que ha provocado crisis en su propio gabinete y de gobernabilidad. Mientras que en Argentina el gobierno, además de hacer frente a la pandemia, se encuentra envuelto en una dificil negociación para evitar un default total de las finanzas públicas.
¿Por cuánto tiempo se mantendrá este distanciamiento entre los grandes del Mercosur? ¿Es posible seguir progresando en las diversas agendas del Mercosur mientras Brasil se encuentra debilitado internacionalmente y Argentina sufre graves problemas económicos? Habría que conocer cuales serían los costos y beneficios de dicha política. Mientras tanto, las voces de flexibilización comercial e institucional se escuchan cada vez con más fuerza en la región.
Foto de Sedronar Prensa em Foter.com / CC BY-NC-ND
Autor
Sociólogo y economista. Co-fundador e Investigador principal del Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (CADEP). Máster en Econ. y Política Internacional de Johns Hopkins University. Fue asesor de ministros y trabajó para el Banco Mundial, CEPAL y PNUD.