El pasado 11 de septiembre, a los 86 años fallece Alberto Fujimori, el que podría considerarse como el último caudillo del Perú. Y con él en buena medida podría asegurarse que se da el cierre de una controvertida etapa de la historia política del Perú. Una figura que con luces y sombras representó una manera de hacer política que consiguió un importante predicamento popular dentro y fuera de las fronteras de su país. En vista del legado político que deja para la historia contemporánea de la región, en Mirada Semanal, decidimos hacer una evaluación de una figura que incluso estando fuera de la presidencia, no dejó de ser un agente polarizante e influyente en la turbulenta escena política peruana de las últimas décadas.
Un segmento importante de la población le admiró por consolidar la economía nacional y haber doblegado militarmente a la guerrilla de Sendero Luminoso, otros rechazan el tenor abiertamente autoritario de sus prácticas, las violaciones a los derechos humanos y la expansión de la corrupción en las instituciones democráticas del país. Con independencia a las valoraciones sobre su desempeño público, fue indiscutible su protagonismo en la década de los noventa, su influyente presencia institucional y su extendida sombra sobre las referencias políticas que dividen aún hoy la sociedad entre fujimoristas y antifujimoristas.
Para hacer una evaluación analítica de su biografía, a varios meses después de su muerte, dedicamos este programa especial, con el cual entender buena parte de la vida política del Perú, pero también la presencia del «hombre fuerte» en el imaginario colectivo de muchos países del hemisferio. Su presencia en el debate público persistió incluso luego de su extradición y posterior condena en el Perú. Llegándose hasta sospechar de un posible retorno político, tras haber sido indultado en 2017 por concesión del entonces presidente Pedro Pablo Kuczynski.