Las aguas del caribe oriental han sido en los últimos días el escenario de un importante despliegue militar estadounidense que incluye al Grupo Anfibio de Despliegue Inmediato y varios destructores con capacidad misilística tipo Arleigh Burke. Una movilización que además incluye 4.500 soldados y hasta un submarino nuclear que además de fortalecer su presencia naval contra los cárteles de drogas que operan en el Caribe, buscan elevar la presión contra el régimen de Nicolás Maduro.
Si bien la naturaleza de este despliegue militar no sugieren operaciones de desembarco u ocupación en territorio venezolano, representa una exhibición de fuerza sin precedentes en las ya tradicionales tensiones entre Washington y Caracas. Un ejercicio de coerción contra uno de los régimen más represivos del hemisferio y su red internacional de negocios ilícitos, el cual pudiera además profundizar las fisuras del propio régimen venezolano.
Y es que desde 15 de marzo de este año, el presidente Donald Trump invocando la Ley de Enemigos Extranjeros comenzó un proceso de deportación masivo de ciudadanos venezolanos acusados de formar parte del Tren de Aragua. Incluida en la lista de organizaciones terroristas, acusada de invadir territorio estadounidense. Lo cual presagiaba una nueva escalada de tensiones bilaterales, negociaciones fallidas, nuevas sanciones y un despliegue militar en sus costas. En este sentido, cabría preguntarnos ¿qué alcance real tendrá esta movilización marítima? ¿qué objetivos estratégicos busca la administración Trump? ¿estamos frente a una posibilidad real de cambio político en Venezuela?