Conocida la contundente victoria del NO en el reciente referendo convocado por el presidente ecuatoriano Daniel Noboa, el gobierno encaja el quizá sea el revés político más fuerte durante su mandato. Y es que no solo rechazaron la re-apertura de las bases militares estadounidenses como parte de sus políticas de seguridad, sino también la creación de una asamblea constituyente encargada de redactar una nueva Constitución. Asimismo en esta consulta, la ciudadanía rechazó también sus planes de recortar la financiación pública de los partidos así como también la reducción de la representación parlamentaria. Un rechazo que además de representar una derrota política para Noboa, lanza varios mensajes interesantes dirigidos a toda la clase política ecuatoriana.
Si bien el respaldo a la figura de Noboa ha sido consistente en el tiempo, así como también reconocerse abiertamente la necesidad de reforzar los esfuerzos por la seguridad nacional frente al narcotráfico y el crimen organizado, pareciera que la ciudadanía no está dispuesta a otorgar mayores poderes a la figura presidencial. Y es que para el gobierno abrir las puertas a una reforma constitucional y a la cooperación militar internacional, era la única manera de dotar al Estado de las herramientas necesarias para enfrentar esta crisis de seguridad. Sin embargo, para la mayor parte de la ciudadanía estas propuestas fueron interpretadas como un intento de concentración de poderes para la presidencia, un riesgo ya conocido por su historia reciente y para el propio estado de derecho democrático. De modo que más que un rechazo puntual a las reformas, este referendo se convierte en un voto de descontento también hacia el liderazgo de Noboa.
En este contexto, examinaremos la semántica política de esta victoria del NO. ¿Qué significa esta derrota para el proyecto partidista de Noboa? ¿Cómo este traspié podría redefinir su estilo de liderazgo? ¿será el principio del fin de su estrategia contra la inseguridad, o es solo es quizá un tropiezo temporal?







