Este mes de mayo Bernardo Arévalo cumple sus primeros 100 días al frente del gobierno de Guatemala. Durante este período, su enfoque se ha centrado principalmente en asegurar su propia gobernabilidad, tanto a nivel nacional como internacional. No resulta sencillo, intentar revertir el proceso de autocratización y expansión de la corrupción, que ha sufrido el Estado guatemalteco en las últimos mandatos.
La necesidad de restaurar la confianza en las instituciones gubernamentales ha sido uno de los principales pilares de su gestión. Este objetivo se ha vuelto aún más urgente debido a las turbulencias continuas inducidas desde el Poder Judicial, que se remontan al proceso electoral de 2023. Sin embargo, Arévalo pudo conseguir una alternancia en el poder tras el respaldo de la movilización electoral, el apoyo de la comunidad internacional y, especialmente, el acompañamiento de los pueblos indígenas, cuyo papel ha sido fundamental antes, durante y después de su proclamación del 14 de enero.
En un artículo de reciente publicación realizado por Luis Guillermo Velázquez, se destaca la necesidad de iniciar «la recuperación de un país en ruinas». Un presidente que además de gobernar en minoría parlamentaria, con un partido cuestionado y poco institucionalizado, ha tenido la dificultad de sustituir aquellos cargos nombrados por gobiernos anteriores, lo que agrega una capa adicional de complejidad a su gestión.
A medida que Arévalo avanza en su mandato, la atención se centra en cómo abordará los desafíos pendientes y cómo cumplirá con las expectativas de la ciudadanía guatemalteca. La capacidad de generar cambios significativos y promover un mínimo de estabilidad política y económica será crucial para el éxito de su administración en los próximos años. En virtud de estos 100 días de mandato ¿qué aspectos resultan estratégicos para reconstruir la credibilidad ciudadana con su maltrecha democracia?