Como hemos venido evaluando en episodios anteriores, con el paso de los días la continuidad de Maduro en el poder sigue poniéndose a prueba dentro y fuera de Venezuela. Y es que el recrudecimiento de la crisis política desencadenada por la poca credibilidad y transparencia de los resultados oficiales, ha tenido el agravante de una ofensiva represiva que no ha dejado a nadie indiferente en el concierto de las naciones. Por lo que durante toda la semana se han venido registrando contundentes pronunciamientos de gobiernos, organismos multilaterales y hasta figuras destacadas de otros ámbitos fuera de la política.
La ferocidad de la respuesta de Maduro ante las protestas, las restricciones a los medios de comunicación y en especial la propia hostilidad diplomática del gobierno venezolano, sugiere el agravamiento de una crisis que desde hace años ha asumido efectos políticos en la política hemisférica. Ante lo cual, destacan los esfuerzos diplomáticos de Colombia, Brasil, México y EEUU en primera línea, así como de la OEA, las Naciones Unidas, la Unión Europea y otros gobiernos dentro y fuera de la región latinoamericana. Por los momentos al régimen le ha bastado el empleo de la fuerza para no aceptar ninguna oferta negociadora, sin embargo la continuidad de Maduro en Miraflores ha quedado fuertemente conmocionada. Además de la documentada pérdida de respaldo electoral a nivel nacional, algunos de sus aliados internacionales no han reconocido su victoria y mucho menos avalan la agresividad represiva contra su propia ciudadanía.
En este contexto, surgen varias preguntas ¿cuánto más puede sostenerse el esquema represivo como único pilar gubernamental del régimen venezolano? ¿cuánto margen de maniobra podría tener Maduro para poder sortear más aislamiento y una eventual oleada de nuevas sanciones internacionales? Y en especial ¿la cohesión de la élite gobernante podrá resistir indefinidamente el esquema de terrorismo de Estado impuesto en el país?