Bajo la consigna “Patria y Vida” miles de cubanos salieron a las calles a manifestarse contra el gobierno. Estas protestas son el resultado de un conjunto de variables que trascienden el longevo embargo económico establecido por Estados Unidos y están más vinculadas a la estructura económica, el contexto autoritario y a las decisiones tomadas por el gobierno de Miguel Díaz-Canel.
Políticamente, sólo en un régimen autoritario un presidente puede creer que su país puede ser autosuficiente y controlar la pandemia, a la vez que rechaza todo tipo de acuerdo, ya sea con China, Rusia o la vía del COVAX —acuerdo de la ONU— para acceder a las vacunas. Por el contrario, el gobierno está inoculando a la población con una vacuna nacional en vías de experimentación y sin evidencia de su eficacia. Y si bien el índice de fallecidos por Covid-19 es uno de los más bajos de la región, se debe en buena medida al estricto confinamiento que se aplicó en la isla.
En lo económico, ya los indicadores de 2019 mostraban una desaceleración del PBI de 0,5% y en 2020 la caída fue del 8,5% según la CEPAL. El colapso de la economía ha sido catastrófico, sobre todo en el sector del turismo —contribuye con el 10% del PIB— donde se han perdido más de 200 mil empleos debido a que el turismo en 2020 se redujo a una cuarta parte del registrado en 2019. Y en los primeros cinco meses del 2021 la cifra registró menos del 1% de visitantes del 2019, cuando la isla superó los cuatro millones de turistas a pesar de las restricciones impuestas por Estados Unidos que prohibieron a los cruceros atracar en el puerto de la Habana.
Más allá del embargo
Calcular el impacto del embargo es muy difícil. Puede que haya agravado la crisis, pero existen otros factores que han contribuido a la formación de esta tormenta. Los ingresos de divisas por los servicios médicos prestados internacionalmente han disminuido, como también se ha afectado el acceso a combustible desde Venezuela.
Por otro lado, Cuba continuó una tendencia exportadora de commodities como cigarros y cigarrillos, caña de azúcar y sacarosa, alcohol y metales como el níquel, mientras que importa alimentos y otros productos de alto valor agregado como maquinarias, vehículos o componentes electrónicos. Sin embargo, con la pandemia y la contracción del comercio internacional la situación se tornó dramática a pesar de que, exceptuando a Estados Unidos, la isla mantiene relaciones comerciales normales con casi todos los países del mundo.
La balanza comercial cubana ha sido históricamente muy deficitaria, como la de muchos países. Pero eso no sería un gran problema si la isla dispusiera de una política monetaria saludable y recursos suficientes para corregir las distorsiones y amortiguar los efectos de la crisis.
Si bien Estados Unidos impuso reglas más rígidas para las empresas norteamericanas, lo cual ha encarecido los costos comerciales, y ha restringido el acceso al crédito externo, lo que obliga a los cubanos a pagar en efectivo y por adelantado por medio de entidades bancarias de terceros países, Cuba ha conseguido driblar el bloque.
Los problemas estructurales de la isla
El problema de fondo de Cuba es que el sector productivo, monopolizado por el Estado, no ha conseguido dar un salto cualitativo relevante como para mejorar sus relaciones de intercambio. Cuba es uno de los países con menor sofisticación tecnológica, inclusive por debajo de buena parte de los países de América Latina.
El otro aspecto, son las distorsiones económicas que contribuyen a una mayor especulación y procesos inflacionarios. Para intentar solucionarlo, el gobierno optó por la unificación monetaria a partir del primero de enero de este año. Desde 1994 en Cuba existían tres monedas de curso legal: el Peso Cubano, el Peso Cubano Convertible o CUC y el dólar americano.
Pero una cosa es la política oficial y otro el mundo real. La transición hacia esa corrección monetaria desató un proceso de especulación sin control y se fortaleció el mercado paralelo lo cual llevó a una mayor devaluación del peso cubano. La especulación obligó a los cubanos a refugiarse en el dólar americano, pero ante la ausencia del turismo, el dólar prácticamente desapareció.
Ante la ausencia de dólares, el gobierno se las ingenió para vender mercaderías en dólares en 72 supermercados de las más de 5 mil tiendas que están bajo su control, una medida que benefició a unos pocos cubanos, dado que no son muchos los que reciben remesas desde el extranjero. Y el Estado, ante la falta de divisas para comprar productos esenciales en el exterior, terminó abandonando miles de tiendas donde se compraban productos con pesos cubanos.
En resumen, la crisis del sector exportador cubano, el impacto del embargo impuesto por los Estados Unidos y la corrección monetaria, sumadas el desabastecimiento, el desempleo y el confinamiento, terminaron de asfixiar al régimen autoritario y sobre todo a los cubanos de a pie que ya no aguantan más.
La crisis no tiene visos de resolverse en el corto plazo y la ecuación aparentemente sólo podría ser resuelta con ayuda internacional. Mientras tanto, la insatisfacción ciudadana podrá seguir recorriendo las calles buscando —más que una salida a la crisis sanitaria— evitar que se instale una crisis humanitaria vinculada al severo déficit nutricional.
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Autor
Cientista Político. Profesor e investigador asociado de la Universidad Federal de Goiás (Brasil). Doctor en Sociología por la Univ. de Brasilia (UnB). Postdoctorado en la Univ. de LUISS (Italia). Especializado en estudios comparados sobre América Latina.