El Salvador vive el colapso de su sistema democrático posguerra, mientras Bukele concentra poder bajo un modelo autoritario legitimado por la promesa de seguridad.
Con la aprobación de la reelección indefinida, Nayib Bukele consolida su poder absoluto y empuja a El Salvador hacia su mayor retroceso democrático en décadas.
El problema es que los líderes y partidos populistas, si bien aceptan a grandes rasgos las reglas del juego democrático, tienen una retórica que tensiona con el componente pluralista de la democracia.
El Salvador se ha convertido en una gran prisión, y su presidente exhibe orgullosamente la llave que abre la celda. Tras dos años de un estado de excepción que parece no tener fin, Nayib Bukele alcanzó, con amplio apoyo popular, jaquear el estado de derecho, la oposición y la democracia
Buena suerte la del presidente Bukele, que, en un solo acto, ha visto desaparecer de su futuro, tres sombras que podían haberle implicado con el narcotráfico.