Abimael Guzmán, el líder y fundador del grupo armado Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso, fallecía el pasado sábado a la edad de 86 años, tras pasar tres décadas en prisión por ser el responsable de la muerte de más de 35.000 personas.
El hecho que la exguerrilla pudiera participar en política o ser juzgada por un instrumento como la Jurisdicción Especial para la Paz, justifican por sí mismo la superioridad moral de preferir un Acuerdo imperfecto a proseguir con un conflicto armado inconmensurablemente violento.
El ELN se encuentra en una situación cómoda, de reacomodo territorial y operativo, y respecto de lo cual, Venezuela sirve de escenario invaluable. Ello, habida cuenta de las ventajas estratégicas, de repliegue y de obtención de recursos que proporciona a la guerrilla, y que a su vez desincentiva cualquier marco negociador.
Nos encontramos ante múltiples guerras que encabezan y desdibujan una violencia cada vez más difícil de caracterizar. Toda esta violencia sigue aconteciendo en la Colombia olvidada, periférica y cocalera, en donde el acuerdo de paz y cualquier atisbo de aplicación siguen siendo hoy una mera quimera.
Parecía un sueño hecho realidad. El acuerdo de paz firmado en La Habana en 2016 por parte del Gobierno colombiano y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP) intentaba poner fin a un conflicto de seis décadas y daba pie a una nueva era, no solo para el país, sino también para toda la región.