La propuesta de la Iglesia con la elección de León XIV, estaría menos centrada en el control doctrinal y potencialmente más abierta al diálogo con las periferias.
Al cabo de doce años de pontificado, Francisco se proyectó, con su palabra y testimonio, como argentino y latinoamericano al frente del país más pequeño e influyente a escala global.
La frescura de una cabeza de Iglesia que abandonó por un breve interludio su imperturbable complicidad con el orden establecido, podía llenarnos de un saludable y moderado optimismo.