En un mundo marcado por la fragmentación geopolítica y la crisis de liderazgos morales, el Vaticano vuelve a posicionarse como un actor con potencial para mediar, denunciar y proponer.
Muchos intentan ubicar al nuevo papa como progresista, conservador, o moderado, sin embargo, se trata de categorías inadecuadas para comprender los desafíos de la Iglesia.
La propuesta de la Iglesia con la elección de León XIV, estaría menos centrada en el control doctrinal y potencialmente más abierta al diálogo con las periferias.
Al cabo de doce años de pontificado, Francisco se proyectó, con su palabra y testimonio, como argentino y latinoamericano al frente del país más pequeño e influyente a escala global.
La frescura de una cabeza de Iglesia que abandonó por un breve interludio su imperturbable complicidad con el orden establecido, podía llenarnos de un saludable y moderado optimismo.
La religión se ha vuelto un instrumento para reconquistar la fe de los votantes, fusionándose con el populismo para santificar la política y transformar la relación entre ciudadanía y líderes.