En la edición del 2024 del informe El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo, conocido como SOFI y presentado por la FAO, FIDA, UNICEF, PMA y OMS en Río de Janeiro, Latinoamérica y el Caribe se destacan por tener el costo más alto de una dieta saludable a nivel global, con un promedio de 4,56 dólares diarios por persona. Este dato resalta una profunda desigualdad en el acceso a alimentos nutritivos y plantea serias dudas sobre la viabilidad de alcanzar el ODS 2: Hambre Cero.
La perniciosa situación del hambre y de inseguridad alimentaria
El panorama global de la seguridad alimentaria sigue siendo alarmante. En 2023, entre 713 y 757 millones de personas padecieron hambre, con África liderando las cifras de inseguridad alimentaria. A nivel mundial, una de cada 11 personas enfrenta esta realidad, y en África, una de cada cinco sufre hambre.
Latinoamérica y el Caribe, aunque han logrado reducir significativamente la inseguridad alimentaria, no están exentas de desafíos. Los avances regionales no son suficientes para contrarrestar el estancamiento global en la lucha contra el hambre, y la realidad de la inseguridad alimentaria persiste. La región ha visto una reducción en los niveles de hambre, pero estos logros no reflejan una solución completa al problema mundial. La alta prevalencia de la inseguridad alimentaria en otras regiones, especialmente en África, demuestra la necesidad de un enfoque global más integrado para enfrentar este desafío persistente y garantizar la seguridad alimentaria para todos.
La asequibilidad de una dieta saludable y sus implicaciones
En 2022, el costo global de una dieta saludable aumentó a 3,96 dólares diarios por persona, impulsado por la inflación derivada de la pandemia de Covid-19 y la guerra en Ucrania. En Latinoamérica y el Caribe el costo es aún mayor, y alcanza los 4,56 dólares. Este aumento refleja el impacto desproporcionado de la inflación en la región, exacerbado por factores globales y resalta la urgencia de políticas más equitativas para abordar las disparidades en el acceso a alimentos nutritivos.
El alto coste de una dieta saludable en Latinoamérica y el Caribe plantea serias dudas sobre la posibilidad de lograr el Hambre Cero para 2030. El aumento en el precio de los alimentos ha acentuado las desigualdades, poniendo en riesgo la salud de millones de personas y limitando su capacidad para acceder a dietas nutritivas. Las proyecciones sugieren que, para finales de la década, la subalimentación crónica podría afectar a 582 millones de personas, subrayando la necesidad urgente de transformar los sistemas agroalimentarios a nivel global y regional.
Progresos y desafíos en la nutrición global
A pesar de algunos avances, como la reducción del retraso en el crecimiento infantil y el aumento de la lactancia materna exclusiva, el mundo sigue sin estar en camino de cumplir las metas globales de nutrición para 2030. La prevalencia del bajo peso al nacer y del sobrepeso infantil permanece estancada, mientras que la anemia en mujeres de 15 a 49 años ha aumentado. Se han logrado mejoras, pero aún queda mucho por hacer para garantizar un desarrollo infantil saludable y abordar la creciente carga de la malnutrición.
El aumento de las tasas de obesidad, que agrava la doble carga de la malnutrición, plantea grandes desafíos para la salud en todos los grupos de edad. Las mejoras en la nutrición global son insuficientes para alcanzar los objetivos de desarrollo, requiriendo medidas integrales que aborden simultáneamente la desnutrición, las carencias de micronutrientes, el sobrepeso y la obesidad. La falta de progreso en algunas áreas pone en evidencia la necesidad de un enfoque más holístico para abordar la crisis de nutrición.
Redefinición de la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición
El informe SOFI 2024 destaca la necesidad de redefinir y aumentar la financiación para la seguridad alimentaria y la nutrición. Las inconsistencias en las estimaciones actuales complican la identificación de áreas críticas y la rendición de cuentas efectiva. Se propone una nueva definición de financiación que abarca recursos públicos y privados destinados a erradicar el hambre y todas las formas de malnutrición. Este enfoque integral considera la disponibilidad, el acceso y la utilización de alimentos nutritivos y seguros, fundamentales para lograr una salud global adecuada y sostenible.
Una definición más clara de financiación para la seguridad alimentaria y nutrición es crucial para abordar el déficit actual. Se requiere una catalogación coherente que permita una asignación eficaz de recursos y garantice que las inversiones se dirijan a las áreas con mayor necesidad. La adopción de un enfoque integral puede mejorar significativamente la coordinación y efectividad de las intervenciones, asegurando que los recursos disponibles se utilicen de manera óptima para combatir el hambre y la malnutrición.
Niveles actuales y déficits de financiación
El gasto en seguridad alimentaria y nutrición sigue siendo insuficiente, especialmente en países de ingresos bajos y medianos. Menos de una cuarta parte de la ayuda al desarrollo oficial se destina a estos temas cruciales. Entre 2017 y 2021, solo el 34% de 76.000 millones de USD anuales se dirigieron a enfrentar los determinantes de la inseguridad alimentaria. Este déficit de financiación plantea graves riesgos sociales, económicos y ambientales, y demanda soluciones innovadoras e inclusivas para ampliar el acceso a recursos en los países más necesitados.
El déficit de financiación en seguridad alimentaria y nutrición no solo limita la capacidad de enfrentar la inseguridad alimentaria, sino que también tiene consecuencias sociales y económicas significativas. Se necesitan enfoques creativos y colaborativos para movilizar los recursos necesarios y garantizar que las inversiones se alineen con las prioridades globales y regionales en seguridad alimentaria y nutrición.
El hambre es un problema de distribución, no de escasez
El médico brasileño Josué de Castro afirmaba: “El hambre es un problema de distribución, no de escasez”. Para abordar el déficit de financiación y ampliar los recursos disponibles, es crucial fomentar asociaciones colaborativas y adoptar un enfoque de financiación combinada. La coordinación entre agentes internacionales y nacionales debe mejorar para asegurar una asignación eficaz de los recursos. De Castro enfatizaba que “la miseria es una cuestión de justicia social”, lo que subraya la necesidad de transparencia y armonización en la recopilación de datos para una coordinación efectiva y justa.
De Castro también afirmaba: “La justicia social debe guiar nuestra lucha contra el hambre”. A pesar de algunos avances, el camino hacia el Hambre Cero sigue siendo desafiante. Se necesita un renovado compromiso global para asegurar que todas las personas, independientemente de su ubicación o nivel de ingresos, tengan acceso a una alimentación nutritiva.
Autor
Nutricionista por PUCE y Salubrista Público por USFQ, diploma en Políticas Públicas por FLACSO. Ha coordinado proyectos de salud reconocidos por OPS y trabajado como consultor internacional. Actualmente, es docente en PUCE, enfocado en nutrición comunitaria y salud pública.