Desde que los Gobiernos australiano y británico, allá por los años noventa del siglo pasado, introdujeron el concepto de economía creativa en la agenda económica mundial, países en vías de desarrollo como Brasil se enfrentan al desafío de construir sus propias estrategias para fortalecer y ampliar los sectores económicos de tipo creativo, algo esencial a fin de aumentar la competitividad y la inserción soberana en la economía del conocimiento.
Aunque no existe una única definición de lo que es realmente la economía creativa, ya se ha alcanzado cierto consenso sobre el concepto. Las industrias creativas son aquellas en las que la cultura determina la producción de valor. La creatividad y los aspectos simbólicos se superponen a las propiedades físicas o materiales de los bienes, lo que hace más subjetiva la definición de su «precio».
El economista Paul Stoneman, especialista de la comprensión pública de la ciencia, define como innovación blanda esa tendencia a dejar en un segundo plano las prestaciones funcionales, favoreciendo el diseño, el atractivo intelectual, etc., que contiene prácticamente todo lo que consumimos: desde los teléfonos móviles hasta los alimentos que comemos, desde los ordenadores hasta los servicios turísticos. Lo que importa, cada vez más, son los aspectos simbólicos, intangibles y creativos. En otras palabras, la cultura.
Después de la devastación de las políticas culturales y de la cruzada contra la cultura y los artistas brasileños que incentivó el Gobierno anterior, es fuerte la expectativa por la recomposición de iniciativas públicas que pongan a la economía de la cultura en un lugar destacado en las estrategias nacionales de desarrollo. No es una tarea sencilla. Más aún si tenemos en cuenta que gran parte de los responsables de la política económica del país siguen desconfiando del potencial de la economía de la creatividad. Además, no se puede subestimar la tendencia a reducir las políticas culturales al fomento de las artes.
Situar la cultura en el centro de una estrategia de desarrollo sostenible para el país no es una mera medida económica. Se trata, sobre todo, de renovar nuestro compromiso con un modelo de desarrollo más atento a nuestra inmensa riqueza y diversidad cultural, y más equilibrado social y medioambientalmente. También hay un componente democrático fundamental. Al fin y al cabo, en la medida en que tratan de estimular el potencial creativo de nuestra gente y de nuestra economía, las políticas culturales innovadoras también permiten una reflexión más profunda sobre las estrategias de desarrollo local y sus implicaciones para la vida en sociedad.
En este sentido, cabe señalar que no es posible hablar de economía creativa sin mencionar el papel de las ciudades. Las industrias creativas presuponen ciudades creativas. Al fin y al cabo, es en el ámbito local donde se establecen las infraestructuras necesarias para el desarrollo de las actividades económicas creativas, las redes de apoyo y las relaciones indispensables para el florecimiento de las empresas en este ámbito.
Las ciudades son el sitio donde las políticas para incentivar la economía de la cultura pueden marcar la diferencia mediante el fomento de la innovación y del uso de la creatividad en los emprendimientos locales, el fortalecimiento de las redes de relación e interacción entre las distintas actividades económicas, la creación de públicos y mercados, la ampliación de la colaboración entre las industrias creativas y los centros de investigación y las universidades. Las experiencias que se han ganado como parte de la Red de Ciudades Creativas de la Unesco nos ofrecen un hermoso aprendizaje sobre el uso de la creatividad en cuanto a la promoción del desarrollo urbano sostenible.
Tal como sabemos, una de las principales limitaciones para el desarrollo de empresas innovadoras en el país está relacionada con la formación de capital humano. La nueva gestión del Ministerio de Educación parece dispuesta a implementar, a escala nacional, una buena estrategia de cualificación de la educación básica, previamente probada y aprobada en el estado de Ceará. Pero los cambios en el sistema educativo exigen tiempo y no basta con limitarse solo a la educación formal de las escuelas y universidades.
Es necesario invertir en iniciativas a corto plazo, muchas de las cuales se pueden emplear junto con la sociedad civil. El Porto Digital en Recife, las Naves del Conocimiento en la ciudad de Río de Janeiro y los Laboratorios Culturales en el estado de Ceará son buenos ejemplos de iniciativas públicas, implementadas junto con organizaciones de la sociedad, que permiten el rápido desarrollo de competencias profesionales que son esenciales para la formulación, gestión y crecimiento de empresas creativas.
Otro cuello de botella por enfrentar es la precaria infraestructura tecnológica encontrada en la mayoría de las ciudades brasileñas y, en este sentido, el acceso de calidad a Internet constituye uno de los ítems más urgentes. Datos de Cetic.br indican que, aunque el 82% de los hogares brasileños tiene acceso a Internet, solo el 61% lo hace por cable o por fibra óptica. Y entre los brasileños con acceso a Internet, el 64% solo lo hace mediante el teléfono móvil. No parece necesario exponer aquí las razones por las que el desarrollo de las empresas creativas depende cada vez más del acceso a Internet de calidad.
Por último, cabe destacar que las estrategias contemporáneas de desarrollo que están basadas en la economía de la cultura y del conocimiento deben traducirse en políticas públicas transversales e intersectoriales. Por lo tanto, está claro que este conjunto de aspectos no solo concierne al recién recreado Ministerio de Cultura, sino que también está directamente vinculado con la actuación de órganos como el BNDES, Embratur, Embrapa, Ancine, Ministerios de las Ciudades, Hacienda, Desarrollo, Ciencia y Tecnología, Planificación, Educación, entre otros, que deberían actuar de forma coordinada e integrada.Aún no sabemos si —ni en qué medida— esta integración ocurrirá, pero esta perspectiva ampliada del desarrollo de las políticas culturales determinará, en gran forma, las posibilidades de consolidar una economía nacional más a tono con los desafíos de este siglo.
Autor
Productor cultural e Investigador de la Pontifícia Univ. Católica de Río de Janeiro (PUC-Rio). Fue secretario de Articulación Institucional del Ministerio de Cultura de Brasil.