En 2020 Brasil retrocedió. Y la política de muerte y precarización quedó en evidencia. Se perdieron casi 200.000 vidas por el Covid-19, el jefe ejecutivo se negó a asumir su responsabilidad y el gobierno optó por la inacción. De hecho, en marzo, el intento del presidente de impedir que los gobernadores de los estados actuaran para contener la pandemia fue llevado al tribunal constitucional brasileño. Además, el presidente utiliza su posición para defender medicamentos que no están comprobados científicamente y difunde desconfianza sobre las recomendaciones de salud como el uso de las máscaras.
En noviembre, cuando llegamos a 180.000 muertos, Bolsonaro nos pidió que dejáramos de ser un «país de mariquitas». Sobre la vacuna, quien ocupa el cargo político más relevante de la nación dijo: no me la daré, «si te conviertes en un caimán, el problema es tuyo». Más allá del intolerable chiste, hubo acciones en una dirección muy clara: en agosto vetó un proyecto de ley que proporcionaba beneficios e indemnizaciones a los profesionales de la salud y sus familias. Y por otro lado, se desperdiciaron recursos. A principios de diciembre, el Ministerio de Salud, dirigido por un militar, había dejado de distribuir 6,86 millones de pruebas de Covid-19 y dejó de utilizar el 27% del presupuesto para luchar contra la pandemia.
Violación del derecho constitucional a la vida
Esta negativa expresa del presidente a asumir la responsabilidad viola el derecho constitucional a la vida. Su contrapunto fue la ayuda de emergencia promovida por el Congreso, que en julio llegó a más de 65 millones de brasileños. Es posible que esta sea la razón por la que el apoyo al gobierno se ha mantenido estable, en poco más de 1/3 de la población.
Más allá del sufrimiento por el Covid-19, la política de desmantelamiento de la Ciencia y la Tecnología en el país sigue adelante, lo que nos lleva al presupuesto más bajo desde los años 90. La tasa de desempleo es del 14,4% y alcanza el 17% entre las mujeres. La participación de estas en el mercado laboral es del 46%, la más baja en treinta años. No hay preocupación por las políticas para el regreso seguro de los niños a la escuela, ni por ayudar a las familias con niños pequeños que regresan al trabajo.
Sin embargo, el gobierno sigue trabajando para la desregulación de la protección del medio ambiente y para sacar adelante leyes que faciliten el acceso a las armas de fuego. También apoya las acciones violentas de la policía, que sistemáticamente provocan asesinatos de jóvenes e incluso de niños negros, en los extremos de la brutalidad del racismo que el mismo gobierno se niega a reconocer. Y se están desmantelando políticas sanitarias como la que combate y trata a los contaminados por el VIH-SIDA.
La política exterior
En política exterior, la negativa a asumir posiciones de liderazgo regional e internacional ha ido acompañada de una posición sumisa hacia los Estados Unidos. Y en diferentes foros internacionales Brasil ha dejado su huella al actuar junto a países que buscan limitar los derechos de la mujer.
Entre las elites económicas, así como en los medios de comunicación brasileños, ha sido habitual rendir homenaje al Ministro de Economía, Paulo Guedes, como si se tratara de una especie de implante racional en un gobierno de gente irresponsable y desorientada. Sin embargo, su racionalidad es la que transfiere a la población los sacrificios del programa de austeridad, hace más precario el trabajo y reduce la capacidad de acción del Estado. La economía brasileña está creciendo muy por debajo del ritmo mundial y las desigualdades se están ampliando.
No hay signos de que en 2021 vaya a haber un cambio de rumbo. Internamente, la política de muerte y precariedad constituye la tragedia nacional. Externamente, la relevancia asumida por el país ha dado paso a una acción que oscila entre la intrascendencia y el antiliberalismo. En 1992, la canción Americanos de Caetano Veloso decía que bailábamos con una gracia inexplicable, «entre la similitud y la desgracia, entre lo monstruoso y lo sublime». En Brasil en 2020, se hizo difícil encontrar la gracia, y el monstruo amplió su capacidad de destrucción.
Foto de Senado Federal en Foter.com / CC BY
Autor
Cientista política. Profesora del Inst. de Ciencia Política de la Universidad de Brasilia (UnB). Fue presidente de la Asociación Brasileña de C. Política (ABCP). Especializada en teoría política feminista y autora de varios libros sobre democracia, género y medios de comunicación.