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Brasil: un desastre ambiental anunciado

El sur de Brasil está bajo agua. Lo que era excepcional hoy es parte de la nueva normalidad. La adaptación, los planes de emergencia climática y la valoración de los ecosistemas deben ser incorporados a la política. Se trata del mundo que dejaremos a nuestros hijos e hijas.

El cambio climático es uno de los principales problemas que enfrenta la humanidad. El calentamiento global y el aumento de la frecuencia e intensidad de los eventos climáticos son visibles y medibles. Si bien persiste la discusión sobre la incidencia de las actividades humanas en estos fenómenos, en la última década la cuestión ambiental se instaló en la agenda política.

La gestión ambiental y la generación de energía limpia aparecen en los programas de casi todos los partidos políticos. La pregunta es si la política va a liderar la transición hacia la sostenibilidad o se limitará a correr detrás de los problemas. Porque los extremos parecen indicar que no estamos controlando los problemas en forma adecuada.

Las recientes inundaciones en el sur de Brasil pueden servir de ejemplo para analizar el problema. La explicación meteorológica sería que mientras el centro del país padecía una ola seca y caliente, en el sur se produjeron lluvias intensas. El resultado fue que el río Guaiba superó la cota de inundación de 3 metros y alcanzó, después de nueve días de lluvia, los 5,33 metros. Los meteorólogos hablan de una tempestad perfecta.

Territorio arrasado

El resultado fue el mayor desastre climático en la historia de Brasil, en términos de extensión de territorio y cantidad de personas afectadas. Más de 150 fallecidos, 108 desaparecidos y cerca de 620.000 desplazados constituyen el balance provisorio. La superficie afectada es mayor que la del Reino Unido. La reconstrucción de la infraestructura llevará décadas.

Si los partidos políticos pretenden liderar la transición hacia una economía sostenible, deben hablar de forma clara. No es posible seguir fingiendo que las catástrofes son excepciones y que tarde o temprano retornará algún tipo de confortable normalidad. Definitivamente, no alcanza con mencionar la sustentabilidad de vez en cuando o adherir a alguna noble causa ambiental para volver a la agenda habitual.

Una gestión ambiental responsable, acorde con los desafíos que enfrentarán realmente las sociedades, implica hacerse cargo de algunos temas. Estos no son necesariamente atractivos, sino por el contrario incómodos, ya que desafían las certezas del presente.

Emergencia climática

Los eventos extremos llegaron para quedarse. El ejercicio del liderazgo obliga a decir esto claramente. Si anteriormente ocurrían en un siglo, es probable que en el futuro ocurran en una década. Para enfrentar situaciones como la de Río Grande del Sur hay que prepararse. Es necesario disponer de planes para las emergencias climáticas.

Esto tiene implicaciones en la asignación de dineros públicos para enfrentar inundaciones e incendios cada vez más intensos y frecuentes.

Adaptación

Los eventos climáticos no pueden ser evitados. Es una ilusión pretender que siempre habrá una solución ingenieril para un desborde de un río, o un muro para contener la suba del nivel del mar. La adaptación a los extremos futuros implica un replanteo en la valoración de los ecosistemas.

Las dunas no son montones de arena improductiva. Por el contrario, constituyen un ecosistema dinámico y disipan la energía del mar. Son, por lo tanto, la defensa más eficiente contra la suba del mar.

Valoración del ambiente

Los humedales no son barriales con mosquitos. Son ecosistemas ricos por su biodiversidad. También cumplen con una función clave que es absorber excesos de agua durante las lluvias y tenerlos disponibles en épocas de sequía.

La sistemática destrucción de estos ecosistemas trae consecuencias a mediano plazo que ningún muro podrá amortiguar. Es necesario incluir seriamente las consecuencias ambientales en la evaluación de muchos emprendimientos inmobiliarios construidos sobre humedales desecados, indudablemente atractivos desde el punto de vista económico y en contiendas electorales.

Recursos limitados

Después de cada catástrofe surgen promesas de disponibilidad ilimitada de recursos. La respuesta a la sequía no debería ser la búsqueda de otra fuente de agua que permita seguir con el uso irresponsable. La clave de la sostenibilidad es el uso responsable, que asegure la disponibilidad del recurso en el futuro.

Finalmente, las catástrofes no son una maldición. En el caso de Brasil están asociadas a prácticas agropecuarias, concretamente a la desforestación y al aumento de los monocultivos de soja. En las últimas décadas, en Río Grande del Sur, un millón de hectáreas de bosques fueron transformadas en cultivos de soja. También se perdieron tres millones de hectáreas de pastizales. Esto cambió la capacidad de absorción y retención del agua.

Los partidos políticos tienen la legitimidad del voto y responden frente al electorado por su gestión. Si pretenden seguir liderando el quehacer social, deben actualizar tanto el discurso como la práctica. Las promesas de crecimiento ilimitado, de emprendimientos valorados solamente en función del monto de la inversión, llevarán a situaciones dramáticas. Se trata de prevenirlas y, si ocurren, de tener planes de contingencia.

Es inevitable que en el futuro se repitan las inundaciones. Podemos evitar construir en las planicies de inundación para que, cuando se produzcan, no haya gente que lo pierda todo. La mejor defensa contra la suba del nivel del mar o de los ríos no son los muros, son las dunas, los bosques ribereños y los humedales.Los partidos políticos no solo se deben a sus votantes. Como gestores de la cosa pública, son responsables también del bienestar de las generaciones futuras. La catástrofe en el sur de Brasil es un aviso claro. No deberíamos ignorarlo, ni el Día del Ambiente, ni los demás días.

Autor

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Coordinador de proyectos de la Fundación Konrad Adenauer, oficina Montevideo. Magíster en Ciencias Ambientales por la Universidad de la República de Uruguay. Graduación en la Fachhochschule für Druck (Stuttgart, Alemania).

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