Poco se habla de los riesgos financieros para el país y mucho menos del peligro de extinción de la humanidad que supone seguir apostando por el petróleo.
La emergencia climática ya es una fuerza que redefine el presente y exige respuestas inmediatas que no se basen en juegos de suma cero entre protección ambiental y desarrollo.
A pesar de los avances, aún hace falta institucionalizar la valoración plural de la naturaleza con sus aspectos ecológicos, monetarios, socioculturales y de salud.
Nuestras sociedades deben enfrentar el cambio climático en un contexto de fuerte incertidumbre: se desconoce el momento en que irrumpirá un quiebre y rompa el equilibrio del ecosistema en cuestión.
Una élite económica global es la que más contribuye a la crisis con emisiones de carbono, pero la que menos se responsabiliza por los efectos de la actual emergencia climática.