Más que ecosistemas, los manglares son un escudo vital para millones de personas en el Caribe: protegen comunidades, sostienen economías y guardan la llave de la resiliencia climática. Su protección emerge como prueba crucial de voluntad política y cooperación regional.
Frente a la crisis planetaria del Antropoceno, las respuestas más potentes no vienen de las cumbres globales, sino de los territorios que reinventan el futuro desde abajo.
La mejor vía para detener el incremento de temperatura global es reducir la acumulación de dióxido de carbono, pero los negacionistas y gobiernos que podrían conducir el cambio no están dispuestos a hacer el sacrificio.
La sequía es y seguirá siendo una amenaza, pero no estamos indefensos. Con conocimiento compartido, alianzas estratégicas y diplomacia científica, la región puede no solo mitigar sus efectos, sino también preparar el terreno para una transformación profunda.