Las pandemias no solo exponen las desigualdades sociales, sino que las agravan, volviéndose más mortales y prolongadas en los contextos donde la inequidad es mayor.
Las enfermedades infecciosas están surgiendo a un ritmo nunca antes visto como resultado de los cambios globales del último siglo que favorecen la transmisión de nuevos virus.
Uno de los supuestos consagrados tras la pandemia es que nos dejó una marca en el estado anímico y los hábitos de salud de los habitantes del planeta incluidos los latinoamericanos.
Con el avance de la pandemia, las propuestas iniciales de shocks verdes y transiciones climáticamente justas quedaron en el tintero y dieron lugar a un ajuste en los estilos de vida que generaron una menor huella ambiental.
A la misma velocidad que el virus, la situación política mutó y comenzó a haber cada vez mayor resistencias ante las decisiones gubernamentales. Al principio, sobre todo contra el encierro obligatorio, y luego contra la vacunación.