La oposición democrática no enfrenta únicamente el reto de canalizar demandas sociales fragmentadas: enfrenta un marco legal punitivo diseñado para impedir su consolidación.
Cuando el voto no tiene consecuencias no hay incentivos para la participación. Los venezolanos decidieron abstenerse en las elecciones regionales y municipales.
La incógnita de por qué cambiar una Constitución que fue construida por el mismo sistema político imperante de hoy en día resulta fácil de responder: la ley y la democracia resultan incómodas para quienes ostentan el poder.
Bajo un escenario de penumbra en el que la comunidad internacional, de forma paulatina, vuelve a perder interés en la causa venezolana, la indiferencia y la inacción dentro del mismo país no parece ser hoy la decisión correcta.
La mejor manera de construir el equilibrio en las relaciones internacionales es evitar interferir en los problemas internos, porque la posibilidad de fracaso es enorme y ninguna acción intervencionista es válida, venga de donde venga.
Ni Cuba ni Venezuela eran paraísos morales antes de sus respectivas disrupciones sociopolíticas, ni tampoco eran el infierno. Eran sociedades con sus momentos virtuosos y sus momentos oscuros.