Mientras que en los primeros días de 2022 el mundo registraba récords consecutivos de infecciones de Covid-19, causados principalmente por la variante Ómicron, Brasil cumplía un mes sin informar sobre el número de casos de la enfermedad. En medio de la peor omisión de datos de la pandemia, los científicos brasileños parecían gritar solos que el país estaba ciego respecto a su pandemia, mientras que en la prensa el problema ya no parecía preocupar.
Este no ha sido el primer “apagón de datos” pandémico en Brasil. En 2020, cuando el Gobierno Federal decidió por primera vez adoptar una política basada en la omisión de datos, organismos de comunicación, políticos, expertos e influenciadores digitales reaccionaron con fuerza en nombre de la defensa de la vida y la transparencia. Desde entonces, se han producido otras ocultaciones deliberadas, pero ¿por qué ahora parece que a los brasileños les importa menos? ¿Qué ha pasado con el periodismo y su papel de «perro guardián» ahora que la pandemia ha vuelto a crecer gracias a una variante aún más contagiosa?
Una posible respuesta puede estar en la comparación entre el contexto de 2020 y el de 2022.
El primer “apagón de datos” oficial del gobierno de Bolsonaro
Al analizar cerca de tres millones de tuits entre el 3 y el 10 de junio de 2020, se observa que por entonces había un uso creciente del discurso de culpabilidad hacia el Gobierno Federal en la mala gestión de la pandemia.
La razón es que ese 3 de junio el Ministerio de Salud retrasó por primera vez la publicación de los datos oficiales sobre el número de muertos e infectados hasta las 22:00 horas. La estrategia buscaba evitar que las horribles cifras de la pandemia se difundieran en el programa de periodismo televisivo más tradicional del país, el “Jornal Nacional”, que se emite en el horario de máxima audiencia, a las 20:00 horas.
El día 5 de junio de 2020, Bolsonaro amenazó con abandonar la Organización Mundial de la Salud (OMS), alegando que la institución tendría una actuación «partidista». El día 6 se fijó oficialmente a las 22:00 horas como el horario para la publicación de los datos. En ese mismo día, preguntado por un periodista de la CNN Brasil sobre el “apagón de datos”, Bolsonaro celebró diciendo “se acabaron las noticias en el Jornal Nacional”.
La actitud del gobierno tuvo una rápida respuesta en la prensa y a partir de ese día, los principales medios de comunicación se unieron para formar un consorcio que reuniera y difundiera datos sobre la pandemia. El cobro de las cifras sobre muertos y contagiados comenzó a hacerse directamente con los estados, dejando de depender de la divulgación por parte del gobierno.
La decisión de cambiar la hora de divulgación oficial en el 2020 fue vista por varios sectores de la sociedad como un intento deliberado de ocultar los datos, definiéndolo como el primer «apagón». La medida tenía como objetivo ocultar las cifras y chocar así con los medios de comunicación, lo que puede haber contribuido a que su reacción haya sido más contundente que la de 2022.
En este primer mes de 2022, a pesar de la gran aceleración de los contagios y muertes, el avance de la vacunación, el ambiente preelectoral y la narrativa de que la variante Ómicron es más contagiosa pero menos mortal, junto con el deseo de superar la pandemia, parecen impedir que el tema de la omisión de datos oficiales adquiera la importancia que tuvo en 2020 y sensibilice a los periodistas y a la opinión pública.
En 2020, por otro lado, una serie de condiciones acumulativas generaron una verdadera ola de atribuciones de culpa al Gobierno Federal e hicieron que el tema del “apagón de datos” fuera central. Entre ellos, el empeoramiento sistemático de la pandemia, los enfrentamientos entre Bolsonaro y gran parte de los medios de comunicación, la esperanza de varios sectores de aprovechar el desgaste de Bolsonaro ante la opinión pública y la crisis económica asociada al Covid-19.
En 2022, esta tendencia a creer, o a querer creer, que la crisis está a punto de terminar, aunque empeore desde un punto de vista objetivo, parece tener la misma raíz que las condiciones que llevaron a muchos brasileños a evitar la vacunación, o al apego a soluciones fáciles como la cloroquina y otros medicamentos dudosamente milagrosos. Son percepciones dictadas más por los deseos que por la observación de la realidad.
Por otro lado, la fatiga provocada por las medidas de distanciamiento social puede estar afectando incluso al periodismo en Brasil para dejar de hablar del “apagón de datos” como uno de los principales problemas actuales.
Por qué esta omisión de datos es más grave
Brasil fue uno de los países más afectados por la pandemia en el mundo. Aunque sólo corresponde al 2% de la población mundial, el país concentra el 6% de las infecciones de Covid-19. Antes de este último “apagón de datos”, que comenzó en diciembre de 2021, el país acumulaba el 8% de los casos del mundo con más de 20 millones de infectados. En número de muertes, Brasil sólo pierde ante Estados Unidos.
El 13 de diciembre, el Ministerio de Salud informó que había sufrido un ataque de hackers en todos sus sistemas. La acción derribó el acceso a los certificados de vacunación de los brasileños y, lo que es más grave, impidió que los hospitales, laboratorios y alcaldías informaran de las cifras de nuevas infecciones y muertes. El problema tardó un mes en solucionarse parcialmente y, aún hoy, los estados siguen afirmando que no funciona correctamente.
Este último “apagón”, sin embargo, afectó a los datos en su origen. Con todas las bases de datos caídas, ni siquiera los estados pudieron visualizar las cifras de casos y muertes. Durante un mes, Brasil registró cifras muy bajas de infecciones y muertes, dando la impresión de que la pandemia estaba llegando a su fin.
Mientras tanto, las playas y los sectores turísticos estaban abarrotados, poniendo a prueba la capacidad real de protección de las vacunas hasta hoy desarrolladas. La recopilación de datos siguió realizándose, al igual que la difusión en los medios, aunque las cifras ya no se correspondían con la realidad. La falsa sensación de que «la pandemia está terminando» se vio reforzada por una divulgación acrítica de las cifras.
Ahora, una vez resuelto parcialmente el problema, los registros diarios de casos parecen asustar a todos. Y para colmo, las principales víctimas de esta nueva oleada parecen ser los niños, aún no vacunados. La falta de transparencia durante la pandemia es una política gubernamental en Brasil, pero esta información no parece llegar al público. Un grave fallo de los comunicadores durante una pandemia que ya ha matado a más de 600.000 personas en el país.
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Autor
Investigador en opinión pública, encuadramiento discursivo en los medios y ciencias sociales computacionales. Miembro del Grupo de Investigación sobre Comunicación, Internet y Política en la Pontificia Universidad Católica de Río de Janeiro (PUC-Rio).