El regionalismo sudamericano enfrenta una coyuntura compleja, ya que, a pesar de las expectativas generadas por el regreso de Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil, sigue la falta de claridad en cuanto a tres aspectos fundamentales: la estructura que debería sustentar la cooperación y la integración regional (¿qué?), los métodos adecuados para llevarlo a cabo (¿cómo?) y, más importante aún, el propósito de esta cooperación e integración (¿para qué?).
La cumbre de Brasilia
El 30 de mayo, en Brasilia, Lula recibió a los mandatarios de los países de Sudamérica para una cumbre histórica tras nueve años sin reunirse. El balance de la cumbre es ambiguo: fue amplia y representativa y evidenció el poder de convocatoria de Lula en la región. Pero la presencia de todos los líderes no necesariamente reflejó un respaldo pleno a la dirección política del Gobierno brasileño.
El tradicional líder no logró que convergieran intereses en pos de un objetivo común en el ámbito regional. El Lula de hoy no es el mismo del de los años 2000, ni tampoco lo son el resto de los Gobiernos. En esta cumbre falló la gran virtud de Lula de alcanzar consensos entre Gobiernos con diferentes visiones político-ideológicas. Esta vez, ni siquiera pudo unificar visiones entre los Gobiernos de izquierda, que, aunados bajo una generosa definición de izquierda, presentan diferencias en sus modelos y enfrentan realidades muy diversas.
Estas divergencias quedaron expuestas en la declaración final, irónicamente denominada “Consenso de Brasilia”, en la que el objetivo principal del Gobierno de Brasil quedó truncado: no se mencionó a la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur). La cumbre sudamericana dejó claro que el renacimiento de este bloque está más lejos de lo que hizo suponer el regreso de Lula da Silva.
La cumbre comenzó con un estigma, ya que previamente el presidente brasileño se reunió con Nicolás Maduro y restableció las relaciones diplomáticas entre Brasil y Venezuela. En esa ocasión, Lula afirmó que Venezuela es víctima de una “narrativa construida”. La muestra exagerada de apoyo al régimen de Maduro, con el fin de restablecer su posición en Sudamérica, no generó un ambiente propicio para los consensos. De hecho, hizo que tanto el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, como el de Chile, Gabriel Boric, coincidieran en sus críticas tanto hacia Maduro como hacia el anfitrión de la cumbre.
Esto demuestra que la situación de Venezuela sigue siendo una herida abierta dentro del progresismo. Esta lesión a la unidad no ha quedado atrás en pos de un pragmatismo que permita superar las diferencias y, por el contrario, continúa permeando las relaciones regionales.
La reunión en Brasilia dejó en evidencia, entonces, que la nueva oleada de líderes progresistas no está logrando revitalizar el regionalismo sudamericano, el cual se encuentra en una etapa de agotamiento. Es un regionalismo exhausto que no consigue despegar, y afronta diferentes desafíos para su avance y consolidación, fundamentalmente en tres aspectos clave: su forma, funcionalidad y finalidad.
Los tres problemas del regionalismo sudamericano
La forma hace referencia a la estructura organizativa y el modo en que los esquemas regionales operan. Actualmente, no está claro en qué formato se debe llevar adelante la cooperación e integración sudamericana. La cumbre de Brasilia mostró que no existe consenso para revitalizar a la Unasur.
Tras el retorno de Brasil a la Unasur, Argentina y Colombia también han regresado, pero Chile aún no. También faltan países que viven situaciones críticas como Ecuador o Perú o países gobernados por la derecha como Paraguay y Uruguay. Será clave ver qué ocurrirá en caso de que Argentina experimente un cambio de signo político a partir de diciembre.
Varios presidentes contemplan la opción de unirse o revitalizar organizaciones como la Celac, la Unasur, el Prosur o el Mercosur de manera indistinta. Esto sugiere que, para los presidentes sudamericanos, todos los enfoques parecen ser viables. El Gobierno de Colombia, bajo Gustavo Petro, busca revitalizar a la comunidad andina con la reincorporación de Venezuela, pero Argentina y Brasil tienen como objetivo que Venezuela regrese al Mercosur. Estas posturas divergentes reflejan la existencia de diversas perspectivas y prioridades entre los países sudamericanos.
En los primeros años del siglo XXI, el “regionalismo ligero” era el concepto dominante. En la década actual, la gobernanza regional se caracteriza por instituciones con poderes aún menos vinculantes. Sin embargo, resulta peculiar que, a pesar de ello, los países manifiesten una marcada resistencia a participar en esquemas regionales o a regresar a estos.
La función, por su parte, se refiere al papel que desempeña un organismo regional. ¿Qué aspectos se quieren manejar a través de la integración regional? El Consenso de Brasilia, que abarca más de 30 asuntos por ser atendidos sin una jerarquía visible, es una muestra de la falta de claridad y coherencia de las visiones de los Gobiernos de Sudamérica, que dificulta aún más el abordaje de los aspectos más urgentes.
La cooperación funcional o sectorial podría desempeñar un papel fundamental si se establecen prioridades. Los países sudamericanos podrían abordar problemas comunes en áreas como la infraestructura, la energía, el medio ambiente o la digitalización. Y a medida que los países experimenten los beneficios tangibles de este enfoque pragmático, es posible que se sientan más inclinados a comprometerse en un mayor nivel de integración regional.
Y la tercera “F”, la finalidad, constituye el asunto más importante y justamente el que más falta hace en la actualidad. ¿Para qué se quieren integrar los países sudamericanos? En el horizonte, la falta de un objetivo claro y la ausencia de metas que den sentido a la integración siguen siendo evidentes. Las bases actuales, que se mantienen sin cambios, parecen estar agotadas.Dada la volatilidad del momento, solo a través de la reflexión crítica y del debate constructivo se podrá avanzar. Si bien no hay respuestas definitivas en cuanto al camino que va a seguir el regionalismo sudamericano, es fundamental continuar reflexionando sobre estas cuestiones, aunque tengamos la sensación de un déjà-vu.
Autor
Profesora e Investigadora de la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina). Directora del Grupo de Estudio sobre la Unión Europea en la UNR.