Están desiertas las calles de La Paz, donde la sangre corrió hasta hace poco; vacías las de Santiago, que recordamos llenas de manifestantes. Nadie en Bogotá, el eco de la huelga general se ha apagado; nadie en Caracas: los venezolanos rezan para que se les ahorre al menos esta plaga. Donde se libró la lucha, en Ecuador, se recogen los cadáveres en las aceras. Como si la lava hubiera regresado al volcán, como si una inmensa ballena se hubiese tragado a todos los peces del mar, el cepillo del coronavirus ha llegado a América Latina. Ninguna crisis ha sido resuelta, ningún problema ha tenido solución, pero como se dice: un clavo saca otro clavo. ¿La constituyente chilena? Postergada. ¿Las presidenciales bolivianas? Aplazadas. ¿La deuda argentina? Ya veremos. Y así sucesivamente: escenas de una vieja historia, de una vida pasada.
En América Latina, el coronavirus de la COVID-19 llegó tarde, pero avanza inexorablemente. ¿Hasta dónde llegará? Da miedo imaginar una pandemia en los suburbios de la Ciudad de México, en las favelas de San Pablo, en el Gran Buenos Aires. Pero ¿cuánto pueden durar las cuarentenas? ¿Quién respeta el bloqueo? Millones de personas viven en chozas, se ganan la vida en la calle, los sistemas de salud son coladores y la asistencia pública llega a donde llega.
El coronavirus es un despiadado expediente para países, líderes y Gobiernos; cae implacable sobre muchos mitos y ríos de propaganda»
Nada como una tragedia colectiva reduce la charla a cero. El coronavirus es un despiadado expediente para países, líderes y Gobiernos; cae implacable sobre muchos mitos y ríos de propaganda. Mide al pasar quién había construido una casa de ladrillo y quién se jactaba de su choza de paja, arrastrada por la primera ráfaga de viento. Algunos Gobiernos reaccionaron bien y rápidamente, dentro de los límites de sus posibilidades: aprendieron de la tragedia europea, miraron a Corea del Sur. Chile y Perú, Colombia y Guatemala se apresuraron a protegerse. Argentina también ha sido rápida. Lástima que luego volcó la leche recién ordeñada al reunir largas colas de jubilados en las sucursales bancarias: veremos en unos días si fue o no el equivalente argentino del partido Atalanta-Valencia en Italia; de las marchas españolas del 8 de marzo. Crucemos los dedos.
Otros Gobiernos han hecho poco y mal, se han encogido de hombros como si nada sucediera, como si la cosa no los tocara: igual que Donald Trump al comienzo de la crisis, igual que todos hasta que los muertos no fueron los suyos. Sobrevolamos las payasadas del Gobierno sandinista de Nicaragua, la opacidad del Gobierno chavista en Venezuela. Jair Bolsonaro, en Brasil, y Andrés Manuel López Obrador, en México, compitieron por ver quién cometía el mayor disparate, por ver quién negaba más la evidencia. Fueron los más irresponsables: de las dos grandes potencias latinoamericanas, era legítimo esperar el buen ejemplo. Sus ocurrencias entrarán en el manual del “perfecto idiota latinoamericano”. Ahora están poniéndose a cubierto, impulsados, en parte, por la opinión pública y la presión política, obligados por el recuento de los contagios. Ojalá no sea tarde.
No es un panorama sorprendente. El conocimiento colectivo y la red institucional de los sistemas democráticos tradicionales han demostrado ser mucho más sensibles a la crisis del amateurismo improvisado de los líderes populistas, de su megalomanía inconsciente. Grandes demiurgos in péctore están apareciendo por lo que son: incompetentes vendedores de humo, narcisistas incapaces de dirigir una orquesta institucional. El tan difamado Chile, “cínico paraíso neoliberal”, está demostrando ser mucho más eficiente que el paquidérmico aparato público de tantos vecinos, tan costoso y tan poco confiable. El video de la actriz chilena, ardiente militante antineoliberal, atrapada por el coronavirus en La Habana, cuenta más de mil palabras: ven a buscarme, le ruega a su Gobierno, gimotea escandalizada, asediada por los ratones y privada de papel higiénico.
A propósito, ¿qué hay de Cuba? ¿La gran “potencia médica» creada por Fidel Castro al que el mundo rinde honores? Cuba vende médicos, el primer artículo de su exportación. Ellos arriesgan sus vidas, el régimen recauda las divisas: “voluntarios por la fuerza”, como todo en la isla. Cruzados de la causa, “misioneros” de la revolución, deben estar listos para ir a donde la patria lo ordene: con que dejen a la familia como rehén en la isla, que no se les ocurra “desertar”. De la generosa remuneración que los países anfitriones pagan al Estado cubano, a ellos van pocas monedas menudas: siempre mejor que los pocos dólares que ganan en patria. ¿Consecuencia? Mientras el coronavirus se propaga a Cuba y los médicos y enfermeros cubanos “salvan” vidas en el exterior, en la isla hay una gran carencia de ellos: ¡para obviar su ausencia se han movilizado los atletas! Es una vieja historia: los cubanos pagan la cuenta de la gloria de los Castro.
Recién estamos comenzando, lo peor está por venir: el coronavirus es solo la punta del iceberg. Sus efectos económicos, sus consecuencias sociales, los conflictos políticos son impredecibles. La lava, que regresó al volcán, podría explotar con una mayor virulencia, la ballena podía escupir de una sola vez todos los peces que había tragado, y las crisis, durante un tiempo latentes, sumarse a las nuevas y aún más graves, causadas por la parálisis productiva: desempleo, deudas, hambre, asaltos a los mercados, disturbios callejeros, violencia endémica. ¿En que sistemas confiarán los latinoamericanos para salir del pozo y subir la cuesta? La lógica querría, hechos a la mano, que creciera la fe en las instituciones democráticas: ¿no están demostrando ser las más resistentes? ¿O las menos erráticas? Ojalá. Lástima que la historia no tenga ninguna lógica y el espectro del apocalipsis sea el pan de cada día de los redentores.
Foto de Santiago Sito en Foter.com / CC BY-NC-ND
Autor
Profesor de Historia de América Latina de la Universidad de Bolonia, en sus sedes de Italia y Argentina. Autor, entre otros títulos, de: "Eva Perón. Una biografía política" (Buenos Aires, 2011), "Historia de América Latina. De la colonia al siglo XXI" (Buenos Aires, 2012).