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Respuestas a la pandemia: la experiencia de Alemania

En una comparación internacional, parece que Alemania enfrenta bien y con éxito la pandemia de la COVID-19. Hay muchos menos muertos por el coronavirus que en Italia, España, Gran Bretaña o Francia, y existe un consenso básico, tanto en la clase política como en la ciudadanía, de cómo enfrentar la crisis. A veces, incluso a Alemania se le atribuye ser un modelo por imitar.  

El balance de Alemania sorprende. En 2019, la Universidad Johns Hopkins publicó por primera vez el Índice Global de Seguridad Sanitaria que clasifica los Estados según su capacidad de respuesta a una epidemia o pandemia. En este índice, Estados Unidos y Gran Bretaña estaban en las posiciones uno y dos, respectivamente, como los países mejor preparados. A Alemania solo se le atribuyó una calificación regular y quedó en la posición 14, solo por delante de España (15), Brasil (22), Argentina (25) y Chile (27).

Es posible que el índice haya sido mal creado. Sin embargo, también es probable que la capacidad de los sistemas de salud para responder a una pandemia solo se puedan probar en la práctica. Por fin, el sector sanitario es parte del sistema político y social más amplio. La mejor preparación hipotética para una pandemia no sirve de nada si el liderazgo político falla o el trabajo de los expertos es torpedeado por políticos ineptos o demagógicos.      

En Alemania, se han respetado las opiniones de los expertos y científicos, y los epidemiólogos y virólogos se han convertido en estrellas de la televisión»

Parafraseando a Bill Clinton, se puede decir que ¡es la política, estúpido! En Alemania, se han respetado las opiniones de los expertos y científicos, y los epidemiólogos y virólogos se han convertido en estrellas de la televisión, pues el Gobierno ha basado sus decisiones en sus recomendaciones. Esto retrasa a veces el proceso de tomar decisiones hasta que los resultados científicamente probados estén disponibles, pero también evita decisiones equivocadas. Es la hora de los políticos pragmáticos y no de los ideólogos y populistas que, además, dividen el país.

En el pasado, el estilo de gobierno pragmático y de construcción de consensos de la canciller Ángela Merkel ha sido criticado algunas veces, pero ha dado un buen resultado en la situación actual. La crisis ha demostrado la ventaja que representa que Alemania sea una democracia consensuada. La estrategia de cómo enfrentar la pandemia se ha basado en un amplio consenso político. Con matices, fue apoyado por liberales, demócratas cristianos, la socialdemocracia, los verdes y la izquierda. La extrema derecha no ha desempeñado ningún papel en la crisis y ha perdido apoyo, según las últimas encuestas de opinión pública. No fue la hora de los partidos antisistema y de protesta, sin embargo, ahora están optando por beneficiarse de la crisis económica e intentan movilizar contra las restricciones económicas aún existentes.

Alemania combina un sistema multipartidista con un sistema federal. Como resultado, las coaliciones suelen ser necesarias para formar un Gobierno tanto a escala nacional como a escala de estados federados. Dependiendo del estado, las coaliciones se componen de manera diferente, y esta poligamia política contrarresta la polarización: un contrincante político en un estado puede ser un socio de coalición en otro. Además, para la aprobación de muchas leyes, la Cámara Alta (o Bundesrat), que está compuesta por representantes de los Gobiernos estatales, tiene que formar mayorías y dar su consentimiento, lo cual aumenta la presión para forjar un consenso amplio.

Por eso, el federalismo alemán ha probado su eficacia ante la crisis. Las decisiones más importantes para combatir la pandemia se han tomado de manera coordinada entre el Gobierno federal y los Gobiernos de los estados. Muchas medidas, o su implementación, son competencia de los estados federales. No obstante, se ha acordado un marco común con medidas concertadas que, a la vez, admite una cierta flexibilidad en su ejecución para tomar en cuenta condiciones locales.

Los partidos políticos también han ejercido un papel importante en la gestión de la crisis del coronavirus. En un principio, fue importante el apoyo de una estrategia común por parte de los partidos para combatir la propagación del virus. Sin embargo, a medida que han aumentado las voces que tienen posiciones divergentes con respecto al alcance de las restricciones, así como su duración, los partidos políticos han recogido el debate y, en numerosas ocasiones, con opiniones distintas dentro del mismo partido. Ellos están cumpliendo con su papel de articular, agregar y procesar intereses divergentes.

Alemania tiene fuertes sindicatos y un sector empresarial bien organizado. Como interlocutores del Gobierno, ambos actores están ayudando al país a paliar la crisis. El estado del bienestar y la economía social de mercado que caracteriza a Alemania han  demostrado su valor en la crisis. El Gobierno ha adoptado una amplia gama de medidas económicas para conservar los empleos y limitar las pérdidas de ingresos. Estas medidas han sido vitales para mantener la paz social y facilitar la aceptación de las restricciones, a fin de contener el avance de la pandemia.

Ahora estamos entrando en la difícil fase de levantar las restricciones y prevenir un nuevo brote para después comenzar el proceso espinoso de recuperación económica. Los Gobiernos han proporcionado mucho dinero para hacer frente a la crisis. Pero ¿quién va a pagar la factura al final? ¿Cómo se pueden conciliar las necesidades de una rápida recuperación económica con las demandas de una reestructuración ecológica de la economía? La economía alemana se ha beneficiado de la globalización, y su prosperidad depende, en gran medida, de las exportaciones. Otra gran pregunta es: ¿qué tipo de globalización tendremos después de la crisis? ¿Cómo se desarrollarán los flujos comerciales? Quizás los mayores desafíos para Alemania están por venir.

Foto en Foter.com

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Investigador asociado del German Institute for Gobal and Area Studies - GIGA (Hamburgo, Alemania) y del German Council on Foreign Relations (DGAP). Fue Director del Instituto de Estudios Latinoamericanos y Vicepresidente del GIGA.

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