Promover una agenda de cambios constitucionales en un país polarizado y desencantado no será fácil y requerirá que los partidos y líderes políticos estén dispuestos a negociar, ceder y tomar decisiones difíciles sobre temas complejos.

Este domingo se llevó a cabo una elección histórica. Chilenos y chilenas decidieron, de manera contundente, a través de un plebiscito, que el país tendrá una nueva Constitución. El adjetivo nueva no debe ser tomado a la ligera. No estamos frente a una reforma constitucional, sino ante la posibilidad de redactar un texto desde cero.

El desenlace de esta crisis aún no está sellado y todo indica que dependerá de dos principales factores. Primero, el sistema sanitario viene trabajando al límite de sus capacidades y al 2 de junio se encuentran ocupadas el 88% de las camas. Segundo, los sectores más vulnerables han recibido ayuda tardía e insuficiente.

Desde mediados de octubre de 2019, Chile ha experimentado una serie de fuertes movilizaciones y protestas sociales. En el contexto de este estallido social han confluido en el espacio público un conjunto heterogéneo de organizaciones sociales e individuos de a pie, motivados por distintos tipos de demandas sectoriales.