La creación del Fondo de Pérdidas y Daños en la 27.a Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP27, celebrada en Egipto en 2022) fue aclamada como uno de los mayores logros alcanzados en este encuentro. Este fondo, diseñado para brindar financiamiento a naciones vulnerables para enfrentar los impactos del cambio climático, representó un avance crucial tras décadas de presión ejercida por los países en desarrollo, especialmente los del Sur Global.
Un año después de ese hito histórico, los países y territorios de América Latina y el Caribe continúan padeciendo las consecuencias del cambio climático, con impactos que van más allá de lo económico y que afectan a todos los aspectos de la vida cotidiana y del hábitat natural. Nos preguntamos cuándo llegará el financiamiento y si será suficiente para compensar las pérdidas y daños en la salud humana, animal y ambiental.
En este contexto, los enfoques de “Una Salud” y de la diplomacia científica se perfilan como aspectos clave para fortalecer la colaboración regional y potenciar las capacidades de adaptación y mitigación frente al cambio climático.
Por un lado, el concepto de “Una Salud” o “One Health” busca abordar la interconexión entre la salud humana, la salud animal y el ambiente. Impulsado a principios del 2000 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), este enfoque promueve la colaboración multisectorial y transdisciplinaria a nivel local y global, abordando integralmente factores económicos y no económicos. Por otro lado, la diplomacia científica es una herramienta esencial para promover la cooperación internacional y la articulación de esfuerzos globales para mitigar estos impactos interconectados. La diplomacia científica no solo impulsa la investigación colaborativa y el intercambio de conocimientos, sino que también facilita la formulación de políticas públicas basadas en la ciencia.
Desde estos dos enfoques se podría vertebrar la respuesta a las pérdidas y daños que causa y seguirá causando el cambio climático en la región, promoviendo la colaboración regional para abordar problemas que son globales en escala pero locales en impacto y en los que, además de la evidencia científica que informe las políticas públicas, se requiere la participación y el compromiso de múltiples sectores de la sociedad civil, gobiernos y sectores privados.
Si bien el Fondo aprobado en la COP27 se centra predominantemente en pérdidas y daños económicos, como los costos de reconstrucción de infraestructuras dañadas por inundaciones o aumentos del nivel del mar, es esencial reconocer la complejidad de otro tipo de pérdidas y daños: los no económicos. Estos últimos son difíciles de cuantificar, pero afectan profundamente a individuos, comunidades y ecosistemas.
En la región de América Latina y el Caribe, las pérdidas y daños no económicos más significativos causados por el cambio climático atañen a cuatro ámbitos. El primero es la propagación de enfermedades zoonóticas como el Covid-19, que representan una amenaza para la salud física y mental e impactan todos los aspectos de la vida cotidiana. El segundo es la pérdida de biodiversidad y contaminación, que afecta al ambiente y la salud animal, con consecuencias directas sobre la salud humana. El tercero es la pérdida de conocimientos ancestrales, algo que tiene consecuencias en la identidad y en las formas de vida de las comunidades locales, así como en la salud mental. Finalmente, en cuarto lugar encontramos la inseguridad alimentaria, que compromete prácticas seguras y sostenibles, lo que repercute en la salud tanto humana como animal.
No se puede, por ejemplo, ignorar el trauma que genera la supervivencia o el desplazamiento forzado de una comunidad por eventos climáticos extremos. ¿En qué medida el dinero puede compensar la pérdida de lazos sociales, el deterioro de la calidad de vida, las prácticas y conocimientos ancestrales de las comunidades afectadas? Claramente, las personas preferirán permanecer cerca de su familia y comunidad antes del desplazamiento. En este sentido, el financiamiento para su adaptación se torna central.
El enfoque “Una Salud” para América Latina y el Caribe
La pregunta clave es si puede existir una compensación suficiente para estas pérdidas. La respuesta probablemente es no, porque no hay una cifra monetaria que pueda restaurar completamente la desaparición de un mundo y una forma de vida, ya que se trata de pérdidas especialmente significativas.
El enfoque de “Una Salud” se vuelve por ende fundamental para comprender estos aspectos no económicos y para el progreso de países en desarrollo, ya que permite considerar las pérdidas y daños no económicos en las comunidades del Sur Global con el mismo compromiso que los económicos.
En definitiva, creemos firmemente que la promoción de prácticas sostenibles y la conciencia sobre la conexión entre la salud humana, la salud animal y el ambiente son cruciales para mitigar estas pérdidas y daños no económicos y que la colaboración regional bajo el enfoque de “Una Salud” puede mejorar la capacidad de resiliencia y lograr una América próspera y sustentable.
Autor
Doctora en inmunología, comunicadora científica y asesora en política pública. Fellow del Programa en Política Pública de la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (AAAS Science & Technology Policy Fellow) y del Instituto Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI Science, Technology, Policy (STeP) Fellow).
Profesora y Doctora en Antropología de la Univ. de Buenos Aires (UBA). STeP Fellow en el Inst. Interamericano para la Investigación del Cambio Global (IAI). Especializada en las dimensiones humanas del clima y el cambio climático en el Antropoceno.