El inicio de un nuevo proceso de diálogo entre el régimen de Nicolás Maduro y la oposición, con la mediación de Noruega, ha sido recibido con escepticismo por amplios sectores de la sociedad y observadores de la política venezolana. Las expectativas son muy bajas y con razón, ya que los últimos años han estado marcados por un uso cada vez más abusivo del control que Maduro y sus aliados ejercen arbitrariamente sobre los demás poderes públicos y los cuerpos de seguridad del Estado.
¿Qué está en juego en las negociaciones entre chavismo y oposición?
Consolidado en el poder, Maduro ha aceptado enviar una delegación a México con objetivos muy claros: lograr el levantamiento de las sanciones económicas y la recuperación del reconocimiento internacional perdido en Occidente tras las cuestionadas elecciones presidenciales de 2018.
Para la oposición es diferente. A pesar de aglutinar las expectativas de cambio, parte de las fuerzas democráticas se ha visto debilitada en términos organizativos y de credibilidad por los golpes sufridos en la lucha contra el autoritarismo.
Los sectores opositores al chavismo también están divididos sobre la ruta del cambio político en el país. Algunos de ellos todavía defienden la continuación de la vía insurreccional o la búsqueda de la ruptura de las Fuerzas Armadas. En este sentido, es importante destacar la política de máxima presión y el bluf de la anterior administración Trump con la posibilidad de una acción militar de EE. UU. que nunca fue real y sólo sirvió de excusa a Maduro para aumentar la represión a la población.
Sin embargo, a pesar de no haber provocado un cambio de régimen y de haber profundizado el colapso económico en el que ya se encontraba el país, la imposición de sanciones es una de las pocas razones que hoy motivan al chavismo a dialogar.
Recientemente, la Plataforma Unitaria, el sector mayoritario de la oposición liderado por el diputado Juan Guaidó, anunció su decisión de participar en las elecciones de gobernadores y alcaldes de noviembre. A pesar de algunas concesiones otorgadas por Maduro, el voto hoy es percibido como ineficaz por los ciudadanos más preocupados por sobrevivir a la difícil crisis que vive el país.
Han sido muchas las arbitrariedades cometidas por el chavismo en materia electoral. Entre ellas: la inhabilitación de dirigentes, la toma de partidos políticos, la manipulación de las reglas, de las circunscripciones electorales y de las cifras de participación, la parcialidad de las autoridades designadas para comandar el poder electoral, entre otras.
Por otra parte, la democracia es más que la celebración de elecciones. La concesión de garantías para los comicios de noviembre es insuficiente para asegurar el retorno a la vía democrática sin una «reinstitucionalización» del país. Esto pasa necesariamente por renovar y restaurar la autonomía de los poderes públicos, así como por restaurar las Fuerzas Armadas como institución no partidaria y subordinada al poder civil.
Cambio de escenario y nuevas perspectivas para Venezuela
¿Por qué una parte de la oposición ha decidido volver a la vía electoral? El estancamiento del gobierno interino de Guaidó obliga a la oposición a replantearse sus estrategias. Los tiempos constitucionales en el país siguen avanzando, afectando el reconocimiento internacional de la Asamblea Nacional de 2015 y el interinato de Guaidó. En este contexto, una parte de la oposición entiende que los acontecimientos se seguirán precipitando por la imposición del chavismo y que su supervivencia como opción de acceso al poder político está amenazada si no lucha por los espacios, incluso bajo las reglas de un régimen autoritario.
El contexto internacional también ha cambiado. Con el nuevo gobierno de Estados Unidos, también se ha producido un acercamiento de posturas con la Unión Europea sobre la necesidad de encontrar una salida electoral a la crisis. En América Latina, la pandemia del Covid-19, los nuevos lineamientos de la política de Estados Unidos hacia Venezuela, el cambio de péndulo ideológico en el gobierno de algunos Estados y la necesidad de atender las reverberaciones de la crisis venezolana en la región se conjugaron con la falta de perspectiva de un cambio de régimen que terminó afectando la posición que varios gobiernos habían adoptado en 2019.
Debilitada y desconectada de las demandas ciudadanas, la decisión de la Plataforma Unitaria de volver al terreno electoral es un reconocimiento de la única opción creíble para materializar el cambio político que anhela la mayoría de la población: la combinación de la presión internacional con el rescate del voto como herramienta de lucha y resistencia.
La apuesta es arriesgada, pues se trata de abrir una ventana de oportunidad en una dictadura, donde el chavismo difícilmente permitirá la igualdad de condiciones en los procesos electorales. Esto implica lidiar con los caprichos del régimen político para permitir la participación de los actores que quiera y en los términos que quiera.
El chavismo no se plantea hoy entregar el poder, pero puede verse obligado a permitir una transición política en un escenario en el que los costes de salida sean menores que los de mantenerse en el poder. En otras palabras, estamos hablando de condiciones que no parecen existir hoy en día.
Sin embargo, la vuelta a la vía electoral presenta algunas oportunidades para empezar a crear las condiciones para promover esta transición. Permite conquistar nuevos espacios y recuperar la capacidad de organización y movilización para eventos electorales más importantes. Con la recuperación de espacios se gana en legitimidad.
La reanudación de la vía electoral también está propiciando la renovación de los liderazgos políticos, lo que es positivo entre los sectores democráticos. Y, eventualmente, también puede contribuir a recomponer la unidad de las fuerzas que se oponen al régimen chavista.
Al aceptar participar en los diálogos, en cierto modo, Maduro también se expone ante la comunidad internacional. Los tiempos constitucionales le obligarán a lidiar con la exigencia de un referéndum revocatorio en 2022 y de elecciones presidenciales en 2024. A pesar de la dificultad, una oposición unida y movilizada, con acompañamiento internacional, puede desmantelar los esfuerzos del chavismo de ignorar la voluntad popular y obligarlo a aceptar la derrota.
La construcción de condiciones para una transición pacífica a la democracia, en los términos de la nueva etapa de esfuerzos que se inicia con el retorno a la vía electoral, es poco factible sin el apoyo de los actores que hoy conforman la nomenclatura chavista. Los actores políticos, los militares y los agentes económicos podrían desempeñar un papel importante a la hora de ofrecer garantías a Maduro y a otras altas personalidades si aceptan ceder el poder.
Sin embargo, no podemos caer en la ingenuidad de pensar que cultivar estas relaciones será una tarea fácil. La resistencia del chavismo ha sido posible, en parte, gracias a su política de tolerancia cero contra los actos de deslealtad entre sus cuadros, especialmente los militares, que son vigilados permanentemente.
De esta manera, las fuerzas políticas de la oposición inician una nueva etapa de lucha para recuperar la democracia en Venezuela llena de incertidumbres y dificultades. Dadas las condiciones actuales, los nuevos movimientos de oposición apuntan a un proceso que tendrá que construirse desde dentro y que sólo parece posible a largo plazo. En este sentido, las perspectivas de ver una transición política hacia la democracia presagian un largo camino lleno de obstáculos.
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Autor
Doctor en Políticas Públicas, Estrategias y Desarrollo por la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ). Actualmente realiza una estancia postdoctoral en el Programa de Recursos Humanos de la Agencia Nacional de Petróleo, Gas Natural y Biocombustibles (PRH / ANP).