Economista. Profesor adjunto en el Instituto de Empresa de Madrid. Fue consultor en Práctica Global de Educación del Banco Mundial. Máster en Administración Pública por la Universidad de Princeton.
El Perú se redibuja nuevamente como una caricatura indeleble de nuestra incapacidad colectiva, temores e incompetencia para la búsqueda de un bien común perdurable.
El gobierno de Pedro Castillo ha trabajado incesantemente por petardear las incipientes tradiciones democráticas que se habían instalado en el Perú del siglo XXI.
Una de las consecuencias del rebote económico, que viene de la mano con un incremento en el precio de la energía y otros factores relacionados a la reactivación económica, consiste en la tendencia inflacionaria a nivel internacional que parece haber llegado para quedarse.
El vértigo de estas primeras semanas de gobierno deja un saldo agotador para la población. El flamante gabinete de ministros ya cuenta con una notoria renuncia, lo cual se suma a la tensa relación con el Congreso que proyectan una guerra de desgaste de final traumático.
Lo que debiera ser el camino entre el final de una etapa y el comienzo de otra se ha convertido en un tedioso tránsito infestado de baches que amenaza todavía con hacernos caer al precipicio de la precariedad y el colapso institucional.
Montado a caballo, Pedro Castillo, docente de educación primaria y dirigente sindical, llegó a Lima el jueves 8 de abril para cerrar la campaña más impredecible desde la meteórica irrupción de otro profesor, que, montado sobre un tractor, consiguió la presidencia del Perú en 1990: Alberto Fujimori. La fortuna ha colocado a Castillo en una segunda vuelta con su hija Keiko.
La tragedia del “vacunazo” tuvo como personaje central a Martín Vizcarra. En total, fueron más de 700 personas las que recibieron la vacuna de forma irregular y sin seguir los protocolos consignados por el propio gobierno de Vizcarra. La traición al pueblo peruano parece haber sido el elemento inspirador para el mito de Tántalo.
El 2020 ha puesto en evidencia la frágil estructura que une el tejido social del Perú. Hoy, el 2021 se avizora con desgano y melancolía. Estamos a puertas de un Bicentenario de la Independencia enmarcado por la pertinaz incapacidad de la clase dirigente para trazar un plan de República sostenible.
Los últimos 60 días han puesto a prueba el modelo educativo a escala global. En el contexto latinoamericano, las condiciones de confinamiento han requerido soluciones urgentes a pesar de las profundas limitaciones de la oferta educativa en la región.
La élite urbana del Perú consideró que la disolución del Congreso sería preludio de una renovación política. Sin embargo, los resultados del domingo pasado han evidenciado la fractura social que lleva a que masas de peruanos terminen por reivindicar alternativas que se asemejan a las ficcionalizadas por Vargas Llosa.