Coautor Atos Dias
El gobierno brasileño ha propuesto realizar una Cumbre Amazónica en agosto de 2023, en Belém, en el marco de la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica (OTCA). El objetivo es reunir a Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Guayana Francesa, Perú, Surinam y Venezuela para discutir acciones generales relativas a la selva y, en particular, la cuestión ambiental. Esta podría ser la primera reunión internacional en la que Lula, como anfitrión, proponga los marcos generales para el debate sobre el medio ambiente. Si quiere ser coherente con la posición que defendió en la COP27, su gobierno debe vincular la lucha contra el hambre a la cuestión climática. Sin embargo, es importante que Brasil ponga en primer plano la agroecología, un tema ausente de su discurso en la COP 27, la reunión más importante relacionada con el clima a la que ha asistido Lula desde que ganó las elecciones el año pasado.
En la COP 27, el Gobierno del entonces presidente Bolsonaro estuvo representado por el ministro de Medio Ambiente, Joaquim Leite. En su discurso, reconoció que el país tiene desafíos climáticos, incluso en relación con la deforestación ilegal de la Amazonia. Sin embargo, el ministro criticó a los «gobiernos anteriores» que «sólo actuaban para multar, reducir y culpar» y abogó por una política medioambiental rentable para «las empresas, las personas y la naturaleza». La explotación de la naturaleza con fines económicos, por tanto, fue un tema central en su discurso ante la COP 27.
Esta posición debe interpretarse en el contexto del gobierno de Jair Bolsonaro que se caracterizó por hacer la vista gorda -por decir lo menos- a las actividades económicas ilegales de explotación de la Amazonía, incluso en reservas indígenas protegidas, con énfasis en la actividad minera ilegal y el avance desorganizado del agronegocio. Teniendo en cuenta los registros de devastación del área forestal, el país se alejó de los compromisos firmados en la COP 26, en Glasgow.
La participación de Lula en la COP 27 fue posible gracias a una invitación directa del presidente egipcio, Abdel Fatah al-Sisi. En su discurso, Lula destacó la importancia de un esfuerzo conjunto, en el ámbito de la gobernanza global, para el cumplimiento de los acuerdos ya firmados sobre la mitigación de los efectos del cambio climático. El presidente electo afirmó que «los acuerdos que ya han sido finalizados tienen que llegar a buen puerto» y destacó la agenda para la creación de un fondo de financiación destinado a los países en desarrollo, especialmente a los más pobres, para «hacer frente a las consecuencias de un problema creado en gran parte por los países más ricos, pero que afecta de forma desproporcionada a los más vulnerables».
Lula también hizo hincapié en la cuestión del hambre, subrayando que el país necesitaba «volver a conectar con el mundo y ayudar de nuevo a combatir el hambre». Además, Lula abogó por la creación de una alianza mundial por la seguridad alimentaria «para el fin del hambre y la reducción de las desigualdades, con plena responsabilidad climática». Por último, defendió que es posible aumentar la producción agrícola sin deforestar los bosques e incluso destacó la importancia de prácticas agrícolas más sostenibles, citando la agrosilvicultura y los conocimientos agrícolas de los pueblos nativos y las comunidades locales.
El discurso de Lula, además de abordar claramente el problema del hambre, trató la cuestión alimentaria de una forma relacionada con la agenda climática. Es decir, se reconoció que la producción agrícola también estaba entre las causas del cambio climático y que sería necesario buscar «una agricultura regenerativa y sostenible». Aunque no se trataba de un discurso oficial de un jefe de Estado, el mensaje de Lula se aproximaba a la agenda más amplia propuesta por el grupo de Koronivia y la Organización Mundial de la Salud en la COP27. Fue un indicio de que Lula, como presidente, podría ser protagonista en el intento de reforzar las intersecciones agrícolas y alimentarias en los debates sobre el cambio climático.
Sin embargo, es fundamental destacar que Lula trajo a su discurso los términos «agricultura regenerativa y sostenible», y que no mencionó términos como agroecología, sistemas alimentarios y soberanía alimentaria. Estas presencias y ausencias son relevantes a la luz de las disputas de principios sobre las mejores soluciones para enfrentar los desafíos inherentes al nexo entre producción de alimentos, hambre y clima.
Según el informe IPES Food, términos como «agricultura regenerativa» y «soluciones basadas en la naturaleza», que operan en el paradigma de la sostenibilidad, están vinculados a intereses empresariales y, eventualmente, a prácticas de «corporate greenwahsing». Es decir, en las arenas de negociación internacional existe una tensión entre estos términos y, principalmente, la agroecología, que parece anteponerse a los demás.
El mismo informe señalaba que «la agroecología se centra tanto en los sistemas humanos como en los naturales. Su búsqueda de la restauración medioambiental y la sostenibilidad es inseparable de la búsqueda de la inclusión social, la equidad o la justicia». Por el contrario, las definiciones de agricultura regenerativa y soluciones basadas en la naturaleza tienden a tener un alcance más limitado, refiriéndose principalmente a los sistemas naturales y a las prácticas técnicas, haciendo hincapié en la restauración medioambiental, la preservación y la sostenibilidad de forma que se minimicen las dimensiones humanas y las relaciones sociotécnicas».
Aunque el discurso del presidente electo en la COP 27 tuvo aspectos alentadores en comparación con el discurso oficial de Bolsonaro, será necesario monitorear si esta orientación del gobierno de Lula mantendrá, en la práctica, el vínculo conceptual entre la lucha contra el hambre y la preservación del medio ambiente. La Cumbre Amazónica puede ser la primera reunión importante en la que Brasil, en su calidad de anfitrión, pueda aportar esta conexión como punto de partida fundamental para las negociaciones.
Además, para que la agroecología se fortalezca como principio fundamental de las políticas públicas y de los acuerdos de cooperación, debe ganar relevancia en la agenda ambiental internacional y la Cumbre Amazónica es una oportunidad privilegiada para ello. De hecho, el actual gobierno viene revirtiendo el desprecio del gobierno Bolsonaro por la agroecología y los campesinos y, concretamente, ha reactivado políticas y dotado de más presupuesto a la agroecología. Es necesario que el gobierno dé mayor relevancia al tema en su política exterior.
Atos Dias es Investigador del FomeRI.
*Este texto es resultado de una investigación apoyada por la Fundación Heinrich Böll.
Autor
Profesor del Dept. de Rel. Internacionales de la Univ. Federal de Paraíba (Brasil). Miembro del Instituto Hambre Cero y Coord. del Grupo de Investigación sobre Hambre y Relaciones Internacionales (FomeRI) de la UFPB. Doctor em C. Política por Unicamp (Brasil).