Coautora Soledad Castillo Jara
La migración de personas provenientes de otros continentes —especialmente de África y Asia— pero también del Caribe es un fenómeno en aumento en América Latina. Y si bien en un primer momento la mayoría se dirige hacia Estados Unidos o Canadá, no son pocos los que se establecen en algún país latinoamericano ya sea por decisión propia, por necesidad ante el agotamiento de sus recursos o como consecuencia de un proceso de expulsión.
¿Por qué y cómo llegan los migrantes extracontinentales a América Latina?
La migración extracontinental en América Latina constituye un flujo mixto ya que dentro del mismo grupo convergen migrantes con motivaciones distintas. En algunos casos, sobre todo entre los emigrantes subsahariana y de Medio Oriente, las principales razones son la persecución y la violencia. Mientras que quienes salen de sus países por razones económicas o debido a desastres naturales provienen, sobre todo, de países del sur de Asia y Haití. Pero hay otras razones que motivan la migración extracontinental como la reunificación familiar.
La llegada a América Latina se explica principalmente por factores políticos, pues, geográficamente, Europa sería un destino más próximo. Pero durante la primera década del siglo XXI ocurrieron casi en paralelo dos fenómenos destacables: el incremento de las restricciones para la entrada en Europa y la flexibilización de los requisitos de ingreso en América Latina.
En particular, algunos países latinoamericanos con gobiernos de izquierda como Argentina bajo Néstor Kirchner (2003-2007), Ecuador bajo Rafael Correa (2007-2017) y Brasil bajo Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2010) flexibilizaron sus políticas migratorias, y sobre todo de visados, e impulsaron un discurso oficial centrado en los derechos humanos de las personas migrantes. Estas medidas de apertura, si bien fueron temporales en la mayoría de los casos, resultaron atractivas para la población migrante extracontinental. Una vez establecidos, los flujos de personas de fuera de la región no pararon de aumentar.
Las rutas migratorias se desarrollan de sur a norte. Comienzan en América del Sur, donde los migrantes extracontinentales ingresan a través de países con requisitos de visado poco exigentes como Ecuador o Brasil. Y continúan hacia América Central a través del Tapón del Darién, una zona boscosa y de alto riesgo ubicada entre Colombia y Panamá. Si bien no existen estadísticas parecidas a las de las muertes de migrantes en el Mediterráneo, se estima que el Darién es una de las rutas migratorias más peligrosas del mundo, pues es una selva espesa, de geografía hostil y con presencia de grupos armados en la cual, además, se interrumpe el trayecto de la carretera Panamericana. Según UNICEF, en los últimos cinco años el número de niños cruzando el Darién se quintuplicó.
Finalmente, los migrantes ascienden a través de América Central y México con destino a Estados Unidos y Canadá. Este extenso y costoso trayecto a menudo se realiza con ayuda de contactos, ya sean traficantes u otros migrantes que conocen la ruta. Asimismo, es usual la alternancia entre medios de transporte terrestres y acuáticos como autobuses, automóviles particulares y botes o tramos recorridos a pie. Toda esta travesía puede durar varios meses o incluso años.
¿Qué desafíos enfrentan los migrantes?
A lo largo de la travesía, los migrantes se enfrentan a diversos desafíos como los naufragios, los problemas de salud causados por la exposición a condiciones climáticas extremas y las estafas por parte de los traficantes durante los múltiples traslados. Asimismo, el hacinamiento, la hostilidad de las autoridades estatales y el colapso de algunos servicios en las zonas de frontera contribuyen a complicar aún más la situación de los migrantes.
Como ejemplo, entre febrero y marzo de 2021, cientos de migrantes africanos y haitianos que huyeron de la crisis sanitaria y económica en Brasil quedaron varados en el Puente de la Integración, en la frontera entre Brasil y Perú. Durante varias semanas, tuvieron que enfrentar el hambre, condiciones inadecuadas de higiene, tratos hostiles por parte de la policía y la separación de algunas familias.
Mientras que a finales de julio de 2021, más de diez mil migrantes africanos, asiáticos y haitianos quedaron varados en la ciudad de Necoclí, al norte de Colombia, a la espera de poder tomar algún medio de transporte hacia Panamá. Ante el colapso de la ciudad, desbordada en su capacidad de alojamiento, servicios de agua y limpieza, el gobierno municipal declaró el estado de calamidad pública.
La primera barrera que enfrentan los migrantes extracontinentales al llegar a los países de transito o de destino suele ser la regularización de su estadía. El cruce irregular de las fronteras a menudo les cierra las puertas de una regularización posterior. Y cuando optan por solicitar refugio, la tasa de respuestas favorables a sus solicitudes suele ser baja.
En Argentina, por ejemplo, los venezolanos, senegaleses, cubanos, haitianos y dominicanos se encuentran en los primeros lugares en cuanto al número de solicitudes de refugio. Sin embargo, entre 2016 y 2020, fueron aprobadas solo 10 de las 1.267 solicitudes de haitianos, 11 de las 885 solicitudes de cubanos y ninguna de las 705 solicitudes de dominicanos.
Las detenciones y expulsiones en América del Norte, son la última gran preocupación de los migrantes en su travesía. Camerún, la República Democrática del Congo y Eritrea fueron los tres principales países africanos cuyos nacionales fueron detenidos en México en 2018. Y durante los últimos cinco años, personas de más de ochenta países africanos y asiáticos fueron arrestadas en Estados Unidos luego de haber ingresado al país a través de México.
Además, las condiciones de vida en los centros de detención de México son sumamente cuestionables. Organizaciones de derechos humanos han denunciado el hacinamiento, los malos tratos y la falta de atención médica. Un caso emblemático fue el fallecimiento del migrante haitiano Maxene Andre en la Estación Migratoria Siglo XXI; han pasado dos años de ello y su cuerpo aún no ha sido entregado a su familia ni se han esclarecido totalmente las circunstancias de su muerte.
Cuando finalmente los migrantes alcanzan su destino o deciden instalarse en algún país de tránsito, incluso en los casos en los cuales se logra la regularización migratoria, estos enfrentan barreras para su inserción laboral y social. Muchos terminan en empleos informales y estacionales como la venta ambulante en tiendas y en playas en Argentina, o con contratos temporales en fábricas de Brasil. Y como si fuera poco, deben afrontar las dificultades lingüísticas, en el caso de población no hispanohablante, y la discriminación racial en el caso de población afrodescendiente.
Como conclusión, hay que recalcar que este es un proceso relativamente poco estudiado y de difícil medición, dado que a menudo representa flujos migratorios mixtos e irregulares, sobre todo durante la pandemia de Covid-19. En este contexto, desde el punto de vista de las políticas públicas, es necesario comprender, no solo los desafíos que los migrantes extracontinentales enfrentan en sus procesos de tránsito, sino también al interior de los países receptores.
Soledad Castillo Jara es cientista política. Investigadora RENACYT (Grupo María Rostworowski – Nivel III). Pre docente en la Facultad de Ciencias Sociales de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Autora de publicaciones académicas sobre movilidad humana, migración venezolana, y políticas migratorias en Perú y América Latina.
Autor
Profesora del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad del Pacífico (Lima). Doctora en Ciencia Política por la London School of Economics and Political Science (LSE).