El cambio climático, la mayor externalidad negativa de la historia, golpea con fuerza a América Latina: agrava la desigualdad, amenaza los bienes comunes y exige una acción colectiva urgente para evitar una tragedia global.
Impulsados por crisis económicas, migraciones forzadas y ausencia de políticas públicas, millones de latinoamericanos levantaron sus hogares en los márgenes urbanos.
El país se encuentra actualmente en un ciclo de insatisfacción ciudadana y cuestionamiento institucional que sobrepasa el tema coyuntural que nos obliga a mirar un poco más atrás.
Hay 33 años de diferencia en esperanza de vida entre el país más longevo y el más vulnerable. No es porque el primero tenga hospitales más modernos; es porque tiene sociedades más justas.
Hay que desarrollar marcos jurídicos más robustos, asignaciones presupuestarias con perspectiva de género y políticas públicas que realmente apunten a transformar las condiciones estructurales de desigualdad.