Gran parte de los latinoamericanos considera a los políticos, los gobiernos, la televisión y los periodistas como los principales responsables de difundir desinformación.
La desinformación es tan antigua que es anterior a la propia especie humana, pero el radio de alcance de las redes sociales digitales, su capilaridad y velocidad no tienen precedentes.
Asistimos a una nueva ceguera ante los hechos, porque la verdad se reduce a la impresión subjetiva de cada uno y se constituye en verdad suprema para cada uno.
La distancia entre la ciencia y las comunidades locales genera una enorme desconexión que se materializa en ocasiones en políticas deshumanizadas. Esto ha creado una enorme desconfianza en amplios sectores de la sociedad hacia la ciencia.