Mientras emergen voces que atentan contra la supervivencia de la democracia, el desafío es mantener vivo el legado de aquellos que aprendieron que la intolerancia jamás será la solución.
Uruguay vuelve a mirar hacia la izquierda, en un giro que lejos está de ser radical respecto a lo alcanzado por la administración centroderechista del nacionalista Lacalle Pou.
A pesar de las encuestas, lo que en realidad supondría una sorpresa en la segunda vuelta de los comicios presidenciales de Uruguay no sería precisamente el triunfo oficialista sino su derrota.
Uruguay todavía tiene pendiente elegir a quién conducirá el Ejecutivo, pero más allá de que se decline por la continuidad o apueste al cambio, el juego fuerte será en el Palacio Legislativo.
Lo más interesante de este ciclo electoral no son las figuras en competencia, sino lo que cada uno representa en términos de modelos de gestión y visión de país.
En América Latina, la aprobación positiva del ejecutivo tiende a anticipar de manera razonablemente consistente la continuidad en el poder del oficialismo.