Uruguay vuelve a mirar hacia la izquierda, en un giro que lejos está de ser radical respecto a lo alcanzado por la administración centroderechista del nacionalista Lacalle Pou.
A pesar de las encuestas, lo que en realidad supondría una sorpresa en la segunda vuelta de los comicios presidenciales de Uruguay no sería precisamente el triunfo oficialista sino su derrota.
Uruguay todavía tiene pendiente elegir a quién conducirá el Ejecutivo, pero más allá de que se decline por la continuidad o apueste al cambio, el juego fuerte será en el Palacio Legislativo.
Lo más interesante de este ciclo electoral no son las figuras en competencia, sino lo que cada uno representa en términos de modelos de gestión y visión de país.
En América Latina, la aprobación positiva del ejecutivo tiende a anticipar de manera razonablemente consistente la continuidad en el poder del oficialismo.
De cara a la elección de octubre, el FA tiene una intención de voto superior al 40% para todas las empresas de opinión pública y en la mayoría de las encuestas, se ubica por encima de la suma de los partidos de la coalición de gobierno.