En la era de la virtualidad y la computación en la nube, la necesidad de servidores terrestres es una venganza no solo geográfica, sino del mundo físico en su conjunto. Desde las ventas en línea hasta la IA, incluyendo aplicaciones de mensajería y localización, todo lo que conforma el ciberespacio depende del almacenamiento de información en servidores reales, que están hechos de materia y ocupan espacio. Como todo en el mundo real, los servidores están sujetos a leyes termodinámicas que vinculan trabajo, calor y energía. Finalmente, los centros de datos son estructuras fundamentales para la Industria 4.0. Por lo tanto, definir dónde instalarlos termina siendo una cuestión geopolítica.
Como centros neurálgicos de una cadena de valor que mueve miles de millones de dólares y permea todo el ciberespacio, compuesta por cientos de miles de discos duros administrados por menos de cien personas, los centros de datos consumen mucha energía y agua. En ambos casos, la mayor demanda se destina a la refrigeración de los procesadores. En 2022, el consumo de energía en los centros de datos representó poco más del 1% del consumo mundial. Por un lado, se está trabajando intensamente para mejorar la eficiencia energética del sector. Por otro lado, dada la creciente demanda de centros de datos y aplicando la paradoja de Jevons (una mayor eficiencia en el uso de un recurso conlleva un mayor consumo), cabe esperar que la proporción de energía que consumen aumente en los próximos años.
Por todas estas razones, nuestra región ha entrado en el radar de las grandes tecnológicas y de los gobiernos de los países donde tienen su sede. Ya se está construyendo un centro de datos de Amazon en la ciudad de Querétaro, un municipio del centro de México, y otro para Google en la ciudad de Colonia Nicolich, cerca de la capital de Uruguay.
La semana pasada, Marco Rubio, Secretario de Estado de los Estados Unidos, sugirió en una audiencia en el Senado la instalación de centros de datos en Paraguay. Rubio explicó que, por un lado, el desarrollo de la IA implicará un aumento en el consumo energético y, por otro, Paraguay aún no sabe qué hacer con el excedente de su parte de la energía generada por la represa de Itaipú, central que comparte con Brasil.
La semana pasada también supimos que TikTok planea construir un centro de datos en el municipio de Cacuia, en el estado de Ceará en Brasil. La decisión de ubicarlo se debió a dos factores. Su ubicación estratégica en la costa noreste permite a la ciudad estar cerca de la intersección de cables submarinos de internet. Además, el hecho de que Ceará sea un importante productor de energía solar y eólica también influyó a su favor. Cabe destacar que, si bien Ceará cuenta con un amplio suministro de energía, no ocurre lo mismo con el agua. De hecho, la escasez de agua es una constante en Cacuia.
Existen al menos dos proyectos de ley en el Congreso brasileño sobre este tema: el 2.338/2023, sobre IA en general, y el 3.018/2024, que aborda específicamente los centros de datos de IA. Sin embargo, tanto dentro como fuera del Congreso, lo que ha prevalecido, especialmente entre los empresarios, es la búsqueda de marcos legales que hagan a Brasil atractivo para la instalación de estas estructuras. Como regla general, el argumento utilizado es que con una de las matrices energéticas más limpias del mundo, Brasil podría recibir una gran cantidad de centros de datos.
Este razonamiento pone de relieve lo que algunos llamarían la falta de un proyecto de desarrollo y de proyección nacional. Otros dirían que este es el proyecto: renovar las credenciales como país dependiente y subordinado. Ahora bien, por un lado, los atributos brasileños serían el potencial para generar energía limpia y la disponibilidad de agua; por otro, el país acogería instalaciones que emplean a pocas personas y cuya tecnología provendría íntegramente del extranjero. La contribución a la reducción de los costos operativos y la huella ambiental de las grandes tecnológicas se lograría mediante el fortalecimiento del rentismo y la reprimarización de las economías en vías de desarrollo.
Es urgente que la sociedad en su conjunto se involucre en este debate. Vivimos en una época de transición tecnológica, con impactos en la producción, el consumo, las relaciones humanas y la política. Vivimos en una época de transición hegemónica: pronto China reemplazará a Estados Unidos como el país más poderoso del mundo.
El debate sobre la política de centros de datos es solo una pequeña parte de un debate más profundo: ¿dónde quiere estar Brasil en el período histórico que se está desarrollando? O, dicho de otro modo, ¿cuál será el lugar de Basil en el mundo de la Industria 4.0 y en el mundo de la hegemonía china?
No se trata de oponernos a este o aquel país. Si no hay un proyecto que promueva un ecosistema de innovación industrial genuinamente brasileño, los brasileños estaremos condenados a la dependencia y la subordinación. Sin un proyecto, simplemente cambiaremos el país al que nos someteremos.
Brasil y los países de la región necesitan una política que absorba las tecnologías de la Industria 4.0 existente. De lo contrario, nuestra mano de obra cualificada tendrá que elegir entre emigrar, desarrollar labores por debajo de su potencial o trabajar en sus países pero para empresas extranjeras. De lo contrario, seguiremos dependiendo del sector primario, que concentra la renta y genera pocos empleos, en su mayoría de baja cualificación.
No podemos engañarnos pensando que se trata de un asunto menor o puramente técnico. Si bien superficialmente existen las normas y estándares técnicos para la instalación de estas plantas, en esencia se trata de lo que se puede y no se puede hacer con los recursos naturales y humanos. Se trata del papel que queremos desempeñar en la producción, circulación y apropiación de la riqueza internacional, ya sea como plataforma para la acumulación de empresas extranjeras o como actor relevante en la dirección de la economía y la política globales.