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Cuatro formas de habitar Chile siendo migrante

La integración de los migrantes en Chile es tan diversa como sus trayectorias: desde quienes se sienten parte del país hasta quienes solo resisten el día a día.

Chile ha pasado en pocos años de ser un país de emigrantes a convertirse en un destino clave para la migración latinoamericana. Pero ese giro no ha estado libre de tensiones. Mientras los números aumentan, la inclusión real de quienes llegan sigue siendo desigual, compleja y, muchas veces, contradictoria.

¿Qué tan bienvenidos se sienten los migrantes en Chile? ¿Qué valoran? ¿Qué rechazan? ¿Qué los mantiene aquí? Una de las formas más innovadoras de responder esos interrogantes constituye la investigación desarrollada por el estudio GPS Ciudadano de Datavoz, consultora con sede en Chile, que en lugar de sondar las opiniones de los chilenos sobre cómo ven a los migrantes, fueron a preguntarle directamente a los propios migrantes latinoamericanos que llevan menos de 6 años en Chile, cómo viven su experiencia en este país.

Los resultados ofrecen una imagen ambigua. A nivel agregado, la mayoría declara sentirse bien en el lugar donde vive y afirma tener una mejor calidad de vida que en su país de origen. Sin embargo, la inclusión no es plena: un 41% percibe conflictos sociales por su origen, un 35,1% ha vivido discriminación, y poco más de la mitad sostiene que, si pudiera, volvería a su país.

Lo interesante de estas percepciones es que varían en diferentes segmentos. Específicamente, identificamos cuatro grupos que han asimilado de manera diferenciada sus experiencias de inclusión en la sociedad chilena. El grupo más grande corresponde al que denominamos optimistas desvinculados compuesto poco más de un tercio de los encuestados y se trata de personas que valoran positivamente su calidad de vida, pero que se mantienen al margen de los conflictos sociales y muestran escaso interés en la política. Se trata mayoritariamente de mujeres de diversas nacionalidades, con presencia significativa de peruanos y bolivianos, y una menor proporción de venezolanos. Además, se concentran principalmente en dos rangos etarios: adultos mayores (más de 55 años) y jóvenes entre 25 y 34 años.

En contraste, los integrados y satisfechos, representan un poco menos de un cuarto de los encuestados y reportan altos niveles de bienestar, integración y baja discriminación. Predominan en este grupo personas venezolanas de entre 35 y 54 años, con una distribución de género más equilibrada.

Los críticos o desencantados (30,2%) perciben altos niveles de discriminación y conflicto, y manifiestan un fuerte deseo de retornar a su país de origen. También son en su mayoría venezolanos, relativamente jóvenes (entre 25 y 34 años) y presentan el mayor interés por la política.

Finalmente, los ambivalentes o en tensión representan a poco menos de uno de cada diez encuestados y transitan entre la incertidumbre sobre su futuro y una baja valoración de su calidad de vida. Se trata principalmente de jóvenes venezolanos, bolivianos y peruanos de entre 18 y 24 años.

Estos perfiles nos muestran que las experiencias migratorias no son homogéneas y que las formas de integración o desconexión con la sociedad chilena parecen estar asociadas a múltiples factores, como el país de origen, la edad, el género y las expectativas de vida futura.

Las razones para permanecer en Chile también varían. Mientras los grupos Ambivalentes y Críticos se mueven principalmente por razones económicas y familiares, los Integrados valoran además el bienestar general y la educación de sus hijos. En los Optimistas desvinculados, los vínculos afectivos y la cercanía de familiares son claves.


Un dato particularmente revelador es el interés en la política: los grupos más críticos se muestran más atentos y activos, mientras quienes se sienten más cómodos tienden a desentenderse del espacio público. Este desinterés alcanza al 37,3% en el grupo de Optimistas desvinculados y puede ser reflejo de una integración pasiva, centrada en beneficios individuales más que en una pertenencia cívica.

Este mapa de trayectorias migrantes muestra que no hay una sola experiencia. Hay múltiples formas de estar en Chile: desde quienes se sienten parte del país, hasta quienes simplemente resisten el día a día. Lo que sí queda claro es que la integración no es automática: es un proceso condicionado por la edad, el origen, las expectativas y, sobre todo, por el trato recibido.

La política migratoria en Chile enfrenta el desafío no solo de administrar flujos, sino de construir vínculos. Integrar no es contener ni asimilar: es reconocer trayectorias diversas, habilitar espacios de participación y entender que la inclusión real no ocurre en los márgenes, sino en el centro de la sociedad. Hoy, muchas personas migrantes viven en Chile como una apuesta pragmática, más que como una elección convencida. Y eso tiene consecuencias profundas en la forma en que se relacionan con el país, sus instituciones y su democracia.

Los desafíos de la inclusión no se resuelven solo con políticas migratorias o discursos de bienvenida. Requieren comprender las diferencias al interior del propio grupo migrante, reconocer sus motivaciones y abrir canales reales de participación. No se trata solo de «ver cómo los chilenos miran a los migrantes», sino de generar una mirada recíproca, que evite desencuentros silenciosos y preserve nuestra cohesión social.

Muchas de las tensiones entre integración, desarraigo, discriminación y participación que vive la sociedad chilena, resuenan en otros países de América Latina que también están recibiendo nuevas olas migratorias. Reconocer estas trayectorias diversas no es solo un desafío nacional: es un imperativo regional, si aspiramos a construir sociedades más inclusivas, democráticas y cohesionadas. En un continente en permanente movimiento, entender al otro no es una opción: es nuestra única posibilidad de futuro compartido.

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Magister en políticas públicas por la Universidad Diego Portales y director de DATAVOZ, agencia de investigación de opinión pública y mercado de Chile.

Magíster en Estadística por la PUC Chile. Socia fundadora de DATAVOZ, agencia de investigación de opinión pública y mercado de Chile. Miembro del consejo directivo de WAPOR Latinoamérica.

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