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Diplomacia científica para la acción climática en tiempos de negacionismos 

Las teorías conspirativas y la desconfianza en la ciencia no solo hacen parte de las narrativas, sino que tienen cada vez más incidencia en la formulación de políticas públicas.

Desde las altas esferas de la política, los discursos que cuestionan las teorías científicas sobre el impacto de las actividades humanas en el planeta se han fortalecido. Se construyeron teorías conspirativas alrededor de las vacunas de Covid-19 y se disputa la agenda 2030 y los Objetivos de desarrollo sustentable (ODS). El mundo se volvió propenso al fomento de la desinformación que frecuentemente niega la evidencia científica sobre el cambio climático y la crisis ambiental. Muchos de estos discursos a menudo toman mayor preponderancia al construirse desde espacios de liderazgo político y viralizarse a través de medios de comunicación y redes sociales confundiendo a la ciudadanía.  

Las teorías conspirativas y la desconfianza en la ciencia no solo hacen parte de las narrativas, sino que tienen cada vez más incidencia en la formulación de políticas públicas, la toma de decisiones, el reordenamiento de las prioridades y las agendas, tanto nacionales como internacionales. Por lo tanto, reconfiguran las estructuras de financiamiento destinadas a generar evidencia científica que respalde la toma de decisiones.  

La tendencia hacia el escepticismo y el negacionismo de la ciencia toma una dimensión particularmente impactante cuando el discurso proviene de sectores políticos. El regreso de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos, ha impulsado políticas disruptivas con impactos negativos a nivel mundial, como el anuncio de su salida del Acuerdo de París, la declaración de la “emergencia energética” y “el Drill baby Drill”, hasta el desmantelamiento y recorte financiero de agencias de investigación y programas como sucede en los Institutos Nacional de Salud (NIH) y la Fundación Nacional de Ciencias (NSF). Esto ha aumentado la preocupación sobre la continuidad de las investigaciones en temas sensibles en la intersección de clima, ambiente y salud. 

Más allá de Donald Trump

El caso de Estados Unidos no es aislado, el conservadurismo toma renovadas formas y construye alianzas con actores políticos emergentes. El gobierno de Javier Milei en Argentina también está cercenando la estructura del Estado en la misma línea que Trump. En efecto, las políticas de corte neoliberal, la disminución o eliminación de presupuestos orientados a políticas públicas ambientales, de derechos humanos y género y el fomento de programas como el Régimen de Incentivo para Grandes Inversiones (RIGI) para actividades de extracción de recursos naturales, van a contramano de las políticas de cuidado y protección del ambiente. 

En cuanto al cambio climático, Milei se ha mostrado escéptico a la evidencia científica, con discursos que niegan la incidencia humana en los ecosistemas y el clima. Una decisión en este sentido fue la instrucción de parte de Cancillería Nacional de retirar a la delegación oficial de la Conferencia de las Partes (CoP29) en Bakú, Azerbaiyán, con las implicancias políticas e internacionales que esto conlleva. Asimismo, siguiendo los pasos de Trump, a principios de febrero, el gobierno anunció su salida de la Organización Mundial de la Salud (OMS), aludiendo que las directrices de la OMS se orientan por influencias políticas y no están basadas en ciencia. 

Este proceso también se observó en Brasil durante el mandato de Jair Bolsonaro (2019-2023), particularmente en lo relacionado con la agenda ambiental. Recordemos que sus políticas, muy dinámicas, estuvieron marcadas por un fuerte retroceso. En efecto, bajo su gobierno se adoptó una postura abiertamente escéptica respecto al cambio climático y se redujeron significativamente las políticas ambientales en Brasil. Su administración estuvo marcada por la reducción de la protección del Amazonas, donde la deforestación alcanzó niveles récord, y el retiro de compromisos climáticos internacionales. 

En estos casos, la diplomacia científica como herramienta oficial para la articulación adecuada entre la ciencia y la política a nivel internacional no fue tenida en cuenta. Recordemos que la diplomacia científica es una práctica orientada a superar las brechas ideológicas, los desequilibrios de desarrollos tecnológicos desiguales y las barreras políticas en la protección y gestión del medio ambiente. 

¿Qué hay detrás del negacionismo? 

A pesar de las advertencias desde diversas disciplinas científicas, el negacionismo climático y la desinformación en materia ambiental presentan una visión del mundo que prioriza y sostiene la economía de los combustibles fósiles y el “business as usual”. Esta rechaza las políticas de cambio climático por considerarlas una amenaza al modelo de libre mercado, el desarrollo económico y las políticas extractivistas que impactan mayormente en los países del Sur Global. 

Entonces, ¿qué lugar ocupa el conocimiento científico en el marco de estos gobiernos? Decisiones de esta magnitud tienen grandes impactos en la política internacional y pueden fortalecer o debilitar la cooperación entre países. Justamente en estos momentos de incertidumbre es muy necesario fortalecer la diplomacia científica para encontrar soluciones a problemas de carácter intersectorial, inter/transdisciplinarios y transfronterizos. 

No hay ningún país ni sector social que de manera aislada pueda abordar la complejidad de problemas que se encuentran en la intersección del clima, el ambiente y la salud. A pesar de ello, los discursos negacionistas y las agendas políticas que no tienen en cuenta a la ciencia están profundizando las problemáticas socio-ambientales, debilitando la cooperación internacional y la diplomacia, afectando así a las poblaciones más vulnerables.     

La agenda climática y ambiental está atravesando desafíos significativos en países como Estados Unidos y Argentina donde las ideologías están por encima de los resultados científicos. Esto demuestra que la agenda climática está atrapada entre los esfuerzos por avanzar hacia un modelo sostenible y las resistencias conservadoras, sobre todo en sectores asociados con la extracción de recursos naturales y el uso de energías fósiles. 

En este contexto, resulta fundamental considerar el papel de la diplomacia científica, a través de la cooperación internacional y la comunicación basada en evidencia, como un mecanismo político-social eficaz para abordar el negacionismo climático. La diplomacia científica puede ser el puente para facilitar acuerdos internacionales y promover diálogos constructivos entre diversos actores, contrarrestando la desinformación y las noticias falsas. Además, contribuye a mejorar el acceso a la información, tanto de los sectores políticos como para la ciudadanía en general. 

Es urgente facilitar alianzas entre la ciencia, la política y la sociedad para generar una ciencia con impacto social que fortalezca la toma de decisiones responsable y promueva una gobernanza climática más efectiva.

Autor

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Profesora y Doctora en Antropología de la Univ. de Buenos Aires (UBA). Investigadora del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), Argentina. Especializada en las dimensiones humanas del clima y el cambio climático en el Antropoceno.
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