Para los jóvenes que abarrotaron en noviembre pasado las calles de la Ciudad de Panamá protestando contra la minería, y que también inundaron las urnas hace dos semanas; hoy día resulta impensable las restricciones a los derechos civiles como la libertad de prensa y la libertad de asociación, y la prohibición de los partidos políticos durante la dictadura militar entre 1968-1979. Sólo como secuela del plebiscito de 1977 para la aprobación de los nuevos tratados del Canal de Panamá, el régimen militar permitió el resurgimiento de los partidos políticos, incluyendo aquellos que habían dominado la escena política en los años sesenta (liberales, panameñista y demócrata cristiano, entre otros); y a la vez lanzó su propio instrumento político para el afianzamiento de su proceso revolucionario denominado Partido Revolucionario Democrático (PRD).
Desde aquel entonces, y por lo menos hasta el 2004, la división entre los llamados partidos civilistas que abogaban por el regreso a la democracia, y aquellos otros partidos afines al proceso, orientó el devenir de la política panameña atravesando episodios electorales transcendentales como los de 1984 y 1989. En la primera elección presidencial directa después del golpe militar de 1968, los partidos que apoyaban el proceso revolucionario lograron la elección a la presidencia de Nicolas Ardito Barletta de la Unión Nacional Democrática (UNADE) en medio de acusaciones de fraude por parte de la principal fuerza opositora, Alianza Democrática de Oposición (ADO). La ADO estaba conformada por el Partido Panameñista Auténtico, Partido Demócrata Cristiano (PDC) y Movimiento Liberal Republicano Nacionalista (MOLIRENA), y había postulado a la presidencia al histórico líder del panameñismo, Dr. Arnulfo Arias Madrid.
Cinco años más tarde, y a escasos meses de la invasión militar estadounidense, los comicios de mayo de 1989 fueron suspendidos por la inestabilidad generada por la crisis del régimen del General Manual Antonio Noriega. Sorprendentemente, luego de la invasión de diciembre, se volvieron a contar las actas proclamando el triunfo de la ADO civilista liderada por el presidente Guillermo Endara Galimany del Partido Liberal Auténtico (PLA), y sus vicepresidentes Ricardo Arias Calderón (PDC) y Guillermo Ford (MOLIRENA). El clivaje forjado durante la dictadura militar se extendió durante las elecciones de 1994, 1999 y 2004; en 1999 enfrentando a Mireya Elisa Moscoso, viuda del caudillo Arnulfo Arias Madrid, contra Martín Torrijos Espino, hijo del fundador del PRD y jefe supremo de gobierno entre 1969-1981, General Omar Torrijos Herrera.
En este mismo periodo empezó a vislumbrarse un posible realineamiento de las fuerzas políticas con la aparición de una nueva generación de partidos con aspiraciones a constituirse en terceras fuerzas como el Partido Solidaridad y el Movimiento Papa Egoro; así como el desalineamiento de fuerzas civilistas históricas como el Partido Demócrata Cristiano (PDC) que en 2000 decidió forjar una alianza parlamentaria inédita con el PRD. Igualmente, Solidaridad lanzó la candidatura del expresidente Guillermo Endara Galimany como tercera fuerza en 2004 atenuando de esta manera la profundad escisión que había prevalecido entre civilistas y partidarios del proceso durante los años ochenta y noventa.
En 2009, la inesperada elección como presidente de Ricardo Martinelli Berrocal, candidato del partido Cambio Democrático (CD); quien se refería abiertamente a Panameñistas y PRDs como huesos viejos de la política, presagiaba el final de la división entre civilistas y partidarios del proceso adoptando por primera vez la lucha contra la corrupción como bandera para ganar el voto de la población. En aquel momento tanto el MOLIRENA como el Partido Panameñista se unieron a la propuesta de renovación de la política de Martinelli incorporando eventualmente a los partidos Solidaridad y Liberal Nacional que se habían fusionado en el nuevo colectivo Unión Patriótica (UP).
Posiblemente la elección de Martinelli representó el principio del fin del sistema de partidos consolidado con el retorno a la democracia, y que se alternaba la máxima magistratura de manera periódica: Guillermo Endara Galimany (Partido Arnulfista) entre 1990-1994, Ernesto Pérez Balladares (PRD) entre 1994-1999; Mireya Elisa Moscoso (Partido Arnulfista) entre 1999-2004; y Martín Torrijos Espino (PRD) entre 2004-2009. Los ataques contra los expresidentes y personas allegadas de los mismos acusándolos abiertamente de corrupción reforzaban la imagen de Martinelli como reformador cristalizando la aspiración de constituir una tercera fuerza en Panamá.
Las presidencias consecutivas de Juan Carlos Varela (Partido Panameñista) entre 2014-2019 y Laurentino Cortizo Cohen (PRD) entre 2019 y el presente, parecían respaldar la continuidad del clivaje histórico, y hacían ver la candidatura de Martinelli como un episodio aislado. A pesar de ello, tras bastidores nuevas fuerzas políticas empezaban a avizorar a través del pujante movimiento por las candidaturas de libre postulación, en Panamá mejor conocidos como candidaturas independientes. En 2009, el mismo año de la elección de Martinelli, el economista de izquierda, Juan Jované De Puy, había intentado lanzar su candidatura a la presidencia por libre postulación; y aunque la misma había sido considerada improcedente por el Tribunal Electoral, la Corte Suprema de Justicia la declaró posteriormente viable a escasas horas de los comicios de ese año.
En los años venideros, un sector de la izquierda siguió propugnando por la candidatura del Profesor Jované, así como por otras igualmente desvinculadas de los partidos políticos tradicionales a través del Movimiento Independiente para la Renovación Nacional (MIREN), logrando la simpatía y el respaldo de un sector de la población en las elecciones de 2014. En esas mismas elecciones la ex procuradora general de la nación, Ana Matilde Gómez, fue escogida como diputada independiente siendo la más votada a nivel nacional. El éxito de esta candidatura independiente abrió las puertas para su postulación a la presidencia por esta misma vía así como para la elección de cinco diputados independientes en 2019 incluyendo los fundadores del Movimiento Vamos, Gabriel Silva y Juan Diego Vásquez.
La elección de 2019 también vio la irrupción de Ricardo Lombana en la política panameña obteniendo la tercera posición en la carrera presidencial con 19% de la votación después de Laurentino Cortizo del PRD 33% y Romulo Roux del Cambio Democrático (CD) 31%, y adelante del candidato oficialista, José Isabel Blandón del Partido Panameñista. Por primera vez se percibía como viable la posibilidad de ganar la presidencia y forjar una fuerza parlamentaria significativa por medio de la libre postulación lo que levantaba las expectativas de cara a los comicios de 2024.
Las reciente elecciones
En la reciente elección, Ricardo Lombana obtuvo el segundo lugar con 24.8% del voto a nivel nacional siendo superado únicamente por el candidato del partido Realizando Metas (RM), José Raúl Mulino 34.34%, y seguido del candidato del Partido Popular (PP) – antigua democracia cristiana, el expresidente Martín Torrijos Espino 16%. Si bien se pueden encontrar claras conexiones entre los miembros de RM y en especial el presidente electo Mulino con el movimiento civilista de los años ochenta; y entre Martín Torrijos y el proceso revolucionario enarbolado por su padre en los setentas; en las pasadas elecciones tres partidos que jamás habían ganado la presidencia obtuvieron la mayor cantidad de votos indicando la posibilidad de cambios transcendentales en los resultados de esta contienda electoral que hasta ese momento en democracia había sido dominada por los partidos PRD, Panameñista y CD.
Queda por definirse si los resultados de este mes de mayo van a significar la desaparición del sistema de partidos que ha prevalecido en Panamá durante medio siglo, siguiendo la tendencia regional manifestadas en otros países como Venezuela, Colombia, Costa Rica, El Salvador y Guatemala; o si el clivaje histórico entre civilistas y defensores del proceso revolucionario va a encontrar en los próximo años nuevas avenidas de expresión a través de estructura partidarias más fluidas y cambiantes como los partidos RM y MOCA inscritos apenas en 2021 y 2022, respectivamente. Ciertamente, RM tiene un gran desafío por delante considerando que ningún partido de gobierno ha logrado ganar la elección siguiente desde el inicio de la transición democrática en 1989; y los partidos históricos PRD y Partido Panameñista deberán hacer esfuerzos extraordinarios por recuperar la confianza del electorado considerando que en la reciente contienda solo lograron acumular 5.56% y 5.29% del voto popular, respectivamente.
Queda por definirse igualmente en qué consistiría un nuevo clivaje en este Siglo XXI; o si Panamá más bien flotará a la deriva con elecciones sin contenido programático, y basadas principalmente en simpatías personales y en la agitación de emociones. La dicotomía entre votantes pro-Martinelli y votantes anticorrupción que subyace en la contienda entre José Raúl Mulino y Ricardo Lombana da visos que va a ser solo coyuntural, y posiblemente terminará en los comicios de 2029. Alternativamente, podría haber una diferenciación entre partidos políticos formalmente constituidos, y candidatos por libre postulación como pareciera estar delineándose en la Asamblea Nacional; en donde el Movimiento Vamos estrenará 20 nuevos diputados por libre postulación en la sesión legislativa que inicia el 1 de julio de 2024. O quizás en Panamá pudieran estar manifestándose clivajes prevalentes en otros países de la región como la diferencia entre control estatal de la economía vs. libre mercado, o igualdad de género y defensa de la familia; o incluso nuevas escisiones entre quienes favorecen el crecimiento económico ilimitado, y quienes prefieren sacrificar ganancias por una ecología humana integral.
Sea cual sea el rumbo que tome la política panameña, las elecciones de 2029 se vislumbran como determinantes para el devenir histórico del país con la posibilidad de que aparezcan nuevas fuerzas políticas o se reconstituyan los partidos históricos que han dominado al país durante los últimos cincuenta años. En este panorama queda claro que una nueva generación de candidatos y votantes terminará barriendo las estructuras del pasado, o construyendo un nuevo futuro desde las bases de la lucha por la soberanía, la democracia y la justicia social.
Autor
Doctor en Ciencias Políticas y Magíster en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de Florida, Gainesville. Investigador del Centro Internacional de Estudios Políticos y Sociales AIP - Panamá (CIEPS).