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Fin de ciclo: el MAS cede el poder tras veinte años de hegemonía en Bolivia

El derrumbe electoral del MAS tras dos décadas de dominio marca el fin de un ciclo político en Bolivia y abre paso a Rodrigo Paz, quien asumirá la presidencia en noviembre tras imponerse en una inédita segunda vuelta.

Después de haber ganado cuatro elecciones presidenciales consecutivas con mayoría absoluta, el Movimiento Al Socialismo (MAS) sufrió una severa derrota. Más que una alternancia, el relevo marca el final de un ciclo político de dos décadas de hegemonía del MAS (2005 – 2025). El ganador de la inédita segunda vuelta, Rodrigo Paz, asume la presidencia en noviembre.

El proceso tuvo dos actos. En la primera vuelta, mientras un dividido MAS salió seriamente debilitado y con un electorado dispersado en varios caminos, tres opositores ocuparon los primeros lugares. Inesperadamente, se aventajó el senador tarijeño Rodrigo Paz (32.4%), hijo del expresidente Jaime Paz Zamora, candidato por el Partido Demócrata Cristiano (PDC). También clasificó a la segunda vuelta el expresidente Jorge Tuto Quiroga (26.7%) por Alianza Libre. Tercero llegó otra figura de la oposición, Samuel Doria Medina, de Alianza Unidad (19.6%). La Asamblea Legislativa, elegida en simultáneo, dio extensa mayoría de escaños a las tres formaciones.

Para el resultado convergen numerosas crisis. La degradación socioeconómica se tornó evidente para la población, por el desabastecimiento de bienes, como la gasolina o el diésel, la devaluación de hecho de la moneda en más del 100% y las presiones inflacionarias. El resultado tradujo el agotamiento del modelo extractivista por el paulatino agotamiento del gas sin que el litio tome la posta, un déficit fiscal exacerbado y un marco desfavorable para el sector privado. El deterioro redujo la popularidad gubernamental a menos del 10%; incubó un ambiente propicio para la protesta, incluso de los movimientos sociales afines al MAS. Además, forzó al presidente Luís Arce (MAS) a desistir de buscar la reelección, tras incumplir la promesa de la campaña de 2020 de retornar a la prosperidad de los gobiernos de Evo Morales (2006 – 2019), beneficiados por la bonanza de los precios de los productos de exportación.

A lo anteriormente mencionado, se añadió el cisma del MAS. Su jefe histórico, el expresidente Morales, sufrió una decisiva derrota jurisdiccional a manos del gobierno: la inhabilitación de su candidatura por el Tribunal Constitucional. Esta institución dio luz verde a sus postulaciones en 2014 y 2019. En 2023, le impidió competir nuevamente por la presidencia por haber ocupado dos veces el cargo. Tras fracasar en el intento para revertir la sentencia, no buscó una candidatura sustituta, sino que amenazó violentamente al proceso con la quema de papeletas, antes de modificar la estrategia al final de la campaña, cuando pidió el voto nulo, que le otorgó una presencia indirecta en la papeleta. Esa opción alcanzó un inusual 19.9% de sufragios, concentrada en municipios rurales y alta población indígena, pero desprovista de representación institucional. Sin su respaldo, naufragó hasta la candidatura del hasta entonces presumiblemente delfín de Morales, el presidente del Senado Andrónico Rodríguez (8.5%), y la del gobierno dirigida por el ministro Eduardo del Castillo (3.1%). Como consecuencia, Morales quedó como único líder visible del MAS, que si bien como partido se ha vuelto políticamente marginal, permanece relevante como movimiento sociopolítico.

La segunda vuelta, al igual que la primera, registró una muy elevada participación (87%). Aunque enfrentó a dos fórmulas opositoras, ofreció una imagen inesperada, inscrita sobre una antigua división de la geografía y la sociología electoral de Bolivia. La distribución del voto mostró contrastes muy marcados: cada candidato ganó con amplitud en sus bastiones, y hubo pocas zonas de presencia equilibrada.

Paz incluso estiró su ventaja de la primera vuelta y venció con holgura (54.9%). Se apoyó sobre los departamentos occidentales y centrales, con los puntales de La Paz y Cochabamba. Recibió el apoyo de las zonas rurales, indígenas, campesinas, mineras, y de los barrios periféricos urbanos. De esta manera, sumó a los votantes que respaldaron las dos candidaturas surgidas del MAS, así como a quienes votaron nulo en la primera ronda. Morales no dio consigna y los sufragios nulos se contrajeron a 4.6%, cercano al nivel habitual de 3%.

De esta manera, Paz terminó de reagrupar a los electores del MAS, aunque sin acuerdos con la estructura del partido. La pauta territorial y social de su voto se inscribió en una tradición de izquierda, superpuesta, por lo tanto, a la del MAS. Empero, las cifras abultadas no ocultan un lazo frágil entre la candidatura y ese electorado popular, que la utilizó para dotarse de voz y voto en la competencia electoral. Todavía debe ponerse a prueba en el ejercicio del poder.

Por su parte, Quiroga reunió el voto de la oposición clásica al MAS (45%), sin desbordar esa frontera. Su coalición política, Alianza Libre, triunfó en las prósperas y conservadoras regiones orientales, con un pivote en Santa Cruz, en las clases altas y medias urbanas, en especial de las capitales departamentales. En ese sentido, el vínculo entre Quiroga y la base fue más estrecho y militante que el constatado para el binomio contrario. La distribución geográfica y sociológica de Alianza Libre recordó a la que obtenía en su momento el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), Acción Democrática Nacionalista (ADN) o la de Podemos que lideró el mismo Quiroga en 2005.

Pese a la comodidad del resultado, hubo intentos por desconocer su legitimidad, que calaron en los sectores más férreos de Alianza Libre. Se diluyeron ante las conclusiones de la observación electoral internacional y el pronto reconocimiento de la victoria de Paz, tanto dentro como fuera del país.

Ahora, el gobierno de Paz enfrenta retos severos e inmediatos, de difícil resolución. Probablemente el campo más sencillo sea el parlamentario, pues cuenta con una Asamblea abierta a respaldarlo y encontrar acuerdos de largo plazo. Igualmente, la reorientación de la

política exterior ocurrirá pronto y sin sobresaltos, con un alejamiento de los aliados del MAS, como Venezuela, Cuba o Rusia. Más exigente será la recomposición del tejido institucional que otorgue solidez al Estado de derecho y calidad a la democracia.

Sin embargo, los desafíos mayores y urgentes se sitúan en el ámbito socioeconómico ya que las proyecciones del Banco Mundial anticipan, al menos, dos años de recesión lo cual ante las expectativas de soluciones prontas y con bajo costo social generan una ecuación de extrema complejidad. El desafío estriba menos en las fórmulas técnicas que en la implementación de una hábil gobernabilidad que evite el colapso ante una eventual resistencia social, a cuya cabeza Morales procuraría colocarse. El desenlace decidirá el éxito de la gestión de Rodrigo Paz, de la democracia y la estabilidad del país.  

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Sociólogo político, investigador y escritor. Director de IDEA Internacional en Paraguay y ex vocal del Tribunal Supremo Electoral de Bolivia.

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