La bota militar asaltó la Plaza Murillo en La Paz el miércoles 26 de junio. El centro político de Bolivia se transformó en el vértice mediático nacional e internacional por unas horas y la psicosis se apoderó de los bolivianos en diferentes lugares del país. El acontecimiento trajo los peores recuerdos a la mente de quienes vieron nacer a la hoy cuarentona democracia boliviana.
Juan José Zúñiga (comandante del Ejército de las fuerzas armadas hasta el día antes de su asonada, otrora hombre de confianza del presidente y detenido por actos de corrupción durante el gobierno de Morales) se convirtió en el protagonista de la política boliviana cuando en una tanqueta militar irrumpió a las puertas del Palacio Quemado (antigua casa de Gobierno) y durante tres horas quiso hacerse con el poder.
¿Pero fue este un intento real de golpe de Estado para redireccionar la ruta de gobierno, o una dramatización política para mejorar la imagen del presidente Arce? Desde el relato, el perpetrador puso en juego, mediante tácticas ilegales, la democracia boliviana. Otra lectura podría ser la de una actuación donde el titiritero pone a actuar a su títere para ganar popularidad.
La circunstancia política
El lunes 24 de junio, Zúñiga (hoy destituido, detenido y acusado de terrorismo y alzamiento armado contra la soberanía del Estado) emitió una opinión política perturbadora: que no estaba de acuerdo con la candidatura de Evo Morales a la presidencia y qué, además, si lo requería lo aprehendería. Esta declaración provocó su destitución por parte del presidente Arce quien lo relevó el martes 25 de junio. Este, sin embargo, siguió cumpliendo obligaciones oficiales y no entregó su despacho provocando malestar en algunos miembros de las fuerzas armadas.
Al momento de su detención, el día de la irrupción en el Palacio Quemado, Zúñiga se justificó y fundamentó su condición de agente estatal para, paradójicamente, “restablecer la democracia” por la fuerza. Y, para ganarse la simpatía popular desde la oposición, propuso liberar a los presos políticos, entre ellos, Luis Fernando Camacho y Jeanine Áñez.
Pero en declaraciones entre empujones y antes de ser detenido, Zúñiga afirmó: “el presidente me dijo que la situación estaba jodida y necesitaba algo para levantar su popularidad”. A lo cual este le habría propuesto sacar los blindados a la calle y a lo cual Arce habría asentido. Creíble o no, en Bolivia, la veracidad de los relatos depende del extremo del que se observen los hechos.
Coyuntura preelectoral
La división interna del MAS ha determinado una nueva configuración en el escenario formal de la política (Asamblea Plurinacional). Las relaciones de fuerzas son favorables a la facción evista y las alianzas opositoras Creemos (Camacho) y Comunidad Ciudadana (Mesa) porque tienen el poder de neutralizar las iniciativas legislativas presidenciales.
Este reacomodo de las fuerzas parlamentarias (acuerdo entre evistas, camachistas y mesistas) obliga al vicepresidente Choquehuanca, mediante el mecanismo de la manipulación, a hacer todo lo posible para evitar la convocatoria y ejecución de nuevas elecciones judiciales. Mientras que Arce trata de equilibrar esta situación, complicada para el Ejecutivo, en el parlamento -lo que se conoce conceptualmente como gobierno dividido- con la politización del Tribunal Constitucional (autoprorrogado desde el 01 de enero de 2024): un recurso de poder o mecanismo coercitivo que le otorga legalidad a sus decisiones políticas, cuando de atacar a sus opositores se trata. A pesar de ello, esta es una coyuntura muy desfavorable para el poder Ejecutivo porque no solamente le falta apoyo en la Asamblea y en la calle, sino también le faltan dólares.
Contexto socioeconómico
En ambos escenarios -perpetrador y víctima, titiritero y títere-, la crítica situación económica y el correspondiente descontento social son el telón de fondo. La caída de producción de gas natural, la escasez de dólares, la irregular distribución de combustibles, entre otros problemas, han generado malestar en sectores populares y la clase media que ha afectado la popularidad de Arce. Según la encuesta de Gallup (mayo 2024), la aprobación de la gestión presidencial es del 18%, una de las más bajas en Latinoamérica.
Desde el relato del “intento de golpe de Estado”, el asalto de los militares busca destruir los valores e instituciones de la democracia e interrumpir el mandato presidencial. Mientras que desde la perspectiva del relato de la “dramatización política”, el general se ha prestado a un juego táctico para fortalecer al presidente como principal representante de la amenazada democracia.
Las relaciones de fuerzas en el parlamento, la división interna del MAS y los problemas socioeconómicos son el contexto en el cual se diseñó y desarrolló el asalto militar al Palacio Quemado: Zúñiga es la consecuencia insospechada de un espacio-tiempo tenso, no el rebelde con causa de una coyuntura crítica.
Casi nadie quiere golpes de Estados y casi todos apoyan la democracia. Sin embargo, la compleja situación en la que se encuentra el presidente, sumado a una intentona golpista con pocas probabilidades de éxito liderada por un amigo y afín ideológico del gobierno, despiertan sospechas.
En Bolivia nos caracterizamos por generar acontecimientos políticos sorprendentes, más aún cuando la coalición dominante está fragmentada. Pero, más allá de la producción de relatos, los hechos son vergonzosos (institucionalmente) a nivel internacional y desequilibrantes (políticamente) a nivel nacional.
Autor
Cientista político. Integrante del Centro de Investigación Política de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma Gabriel Rene Moreno (Santa Cruz de la Sierra). Publicó el ensayo Rebelión y Pandemia. Proceso político-electoral en Bolivia 2019-2020" Editado por Plural.