Mucho se ha discutido sobre la innovación constitucional de la nueva Constitución de Chile en distintos temas, y el poder presidencial no ha quedado al margen. La reelección presidencial se ha planteado como una novedad más de la nueva Constitución, lo que ha despertado incomodidades respecto a la concentración del poder. Ante esto, es importante hacer algunas precisiones para tomar decisiones fundamentadas.
La reelección presidencial en Chile ya existe. Es importante despejar el mito de su inexistencia. A menudo, cuando se discuten las limitaciones del poder presidencial nos olvidamos de que esta se trata de la posibilidad de que quien haya sido presidente pueda volver a presentarse a una elección para el cargo. La reelección tiene dos grandes modalidades: la reelección inmediata, que suele hegemonizar el debate, y la alternada o diferida como la que tenemos en Chile desde el retorno a la democracia, en la que un expresidente puede presentarse a la reelección con al menos un período de alternancia. Gracias a esta disposición, durante cuatro períodos, la Presidencia de Chile alternó de la siguiente manera: Bachelet-Piñera-Bachelet-Piñera. Entonces ¿cuál es la novedad de la propuesta constitucional? La novedad en estricto rigor es cambiar de modalidad de reelección.
La propuesta constitucional plantea que Chile cambie de modalidad de reelección, desde una alternada a una inmediata. Es decir, que el presidente/a pueda postularse a un nuevo período y, así, prolongar su presidencia por otros cuatro años. ¿Cuáles son los pros y contras de la reelección alternada e inmediata?
Una desventaja de la reelección inmediata es que es un tipo de reelección que se ha asociado a la concentración y abuso del poder presidencial. Esto ha sucedido en casos extremos como Nicaragua o Venezuela donde la reelección no solo es inmediata, sino que es por tiempo indefinido, por lo que no hay límites para presentarse a una reelección. Pero en el caso de la propuesta constitucional en Chile, la reelección estaría limitada a una sola vez.
Otra desventaja de esta modalidad tiene que ver con que el presidente cuenta con toda la publicidad y el poder del Estado para afrontar la campaña electoral. Esto supone condiciones desiguales entre los candidatos. Mientras, en la reelección diferida de los candidatos, sean o no expresidentes, estos no se encuentran en el poder en el caso de una nueva campaña.
Por otro lado, una desventaja de la reelección alternada es que el presidente en funciones no tiene la posibilidad de ser juzgado durante su presidencia. Con los años, la inercia generada en el electorado durante la presidencia se debilita, por lo que frente a una nueva elección, la potencial ventaja se debilita. Por otro lado, los expresidentes, ya sea que hayan tenido un buen o un mal desempeño, tienen ventaja ante una nueva elección por el solo hecho de haber ocupado la primera magistratura.
Por lo tanto, diremos que, si bien la reelección inmediata es una competencia desigual, no podríamos decir que la alternada se acerque a un juego en igualdad de oportunidades. Entonces ¿por qué elegimos la reelección?
Juzguemos ahora desde la maximización del beneficio en la política mediante dos componentes: la oferta y la demanda. Los presidentes no logran la reelección solo por la existencia de una norma; recordemos el caso de Frei Ruiz-Tagle. Y es que quienes deciden son, por una parte, las coaliciones y, por otra, (lo más importante) el electorado, que es quien deliberará en las urnas.
En el caso de Chile, la fórmula Bachelet-Piñera demuestra que el electorado los eligió por encima de otras opciones. El primer gobierno de Piñera no salió con una aprobación positiva, sin embargo, la ciudadanía (la no abstenida) lo volvió a elegir. Lo más sorpresivo de esto es que si mantenemos esta reelección (que no la asumimos como tal), podríamos tener otro período de Sebastián Piñera y otro de Michelle Bachelet. Una situación que no podría estar más lejos de las demandas de desconcentrar el poder y renovar la política.
¿Por qué sería un error no aprobar la reelección inmediata?
Atendiendo a los segundos períodos presidenciales de Bachelet y de Piñera, el desgaste de la política y los escasos mecanismos de rendición de cuentas hacia los Gobiernos, deberíamos considerar seriamente la reelección inmediata. Con los años, Chile ha vivido un desgaste de la renovación de la política, y las coaliciones políticas no han logrado posicionar a nuevos líderes políticos.
Una medida para afrontar esta realidad es que si un presidente/a logra concluir un periodo con buena aceptación, tanto del electorado como de su coalición, pueda continuar gobernando. Consideremos lo breve del mandato de cuatro años para instaurar un programa de gobierno, un ingrediente adicional a la dificultad de implementar un programa de gobierno a largo plazo. Otra alternativa que entra en juego es un período más extenso de gobierno, pero creemos en la oxigenación que provee la “prueba” de las elecciones entre períodos cortos. Además, una vez concluido un período exitoso, se evaden los costos de desmantelar la administración pública, más aún si ese presidente va a retornar un período más tarde.
¿Por qué desaprovechar tal capital político? Y, en sentido contrario, si un presidente sale en malos términos de aprobación o de respaldo partidario, también puede exponerse a la vara de las elecciones, y ser castigado con un voto en contra. Una derrota electoral puede ser letal para la futura carrera de un político, a diferencia de lo que sucede en las elecciones diferidas. La reelección diferida implica que la administración y un programa de gobierno se interrumpirá cuando el presidente vuelva de todas formas al poder.
El llamado así es a sincerar las posiciones; primero, la reelección presidencial existe en Chile. Aceptando esto, lo mejor es sopesar las modalidades de ambas, de acuerdo a la realidad política del país. Entre tener períodos cortos entre oposiciones, lo mejor es aprovechar a estos presidentes en el largo plazo, de lo que se benefician tanto la administración del Estado como la propia política, y dando más tiempo para el desarrollo de nuevos liderazgos. La construcción de capital político es de largo aliento. Cuando existe, lo mejor es aprovecharlo, siempre que exista la venia de la ciudadanía, que puede expresarse en las urnas a través de la reelección presidencial.*Esta columna se basa en un capítulo del libro Presidencialismo. Reflexiones para el debate constitucional en Chile. Fondo de Cultura Económica/ Ediciones UC Temuco.
Autor
Politóloga. Profesora de la Universidad Católica de Temuco (Chile). Magíster en Ciencia Política, Gobierno y Políticas Públicas por la Pontificia Universidad Católica de Chile.