En el libro La crisis del capitalismo democrático, Martin Wolf analiza cómo el orden liberal que se estableció con el triunfo de Estados Unidos sobre la Unión Soviética, basado en la democracia y el libre mercado, hoy se ha fracturado. Si bien no se trata del “fin de la historia”, como afirmó en su momento Francis Fukuyama, sí se estableció un modelo de producción ligado a un régimen específico, es decir: el capitalismo y la democracia.
Si bien en la actualidad las constantes crisis y la creciente desigualdad se han traducido en un aumento del malestar con la democracia, no ha pasado lo mismo con el capitalismo. Mientras que el mundo se ha llenado de autócratas iliberales que amenazan la democracia, el modo de producción capitalista permanece intacto.
En un mundo en crisis y con tantos líderes iliberales, el autoritarismo se ha vuelto una constante. Tanto Donald Trump en Estados Unidos como Javier Milei en Argentina, Nayib Bukele en El Salvador o Daniel Noboa del Ecuador han sido catalogados como líderes autoritarios surgidos de la reacción del mercado. Con este panorama, podría decirse que el mundo está viviendo el auge del capitalismo autoritario.
La seducción por el autoritarismo crece, según estudios como V-DEM. Por su parte, los datos del Latinobarómetro y el Eurobarómetro muestran que la gente está dispuesta a someterse a un régimen autoritario siempre y cuando brinde seguridad, estabilidad económica, empleo y bienestar individual.
Desde la crisis de 2008-2009 el libre mercado ha ido afectando a las democracias occidentales. Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Alemania vieron un estancamiento en sus economías, lo que impactó en el pluralismo. El establishment intentó subsanar las desigualdades sin éxito, pero surgieron voces que movilizaron los sentimientos de malestar, que encontraron resonancia en la ciudadanía. La aparición de partidos antisistema o líderes carismáticos fue bien recibida por muchos ciudadanos que buscaban algo nuevo sin importarles que el cambio afectara a la democracia.
Mientras Occidente se estancaba, otras naciones mantenían su crecimiento y China, Singapur y la India se erigieron como bastiones del auge capitalista. Muchas naciones sin democracia –como la conocemos–, con límites a los derechos humanos y sin posibilidad de cuestionar el statu quo se vieron beneficiadas por la bonanza económica, lo cual llamó la atención en muchas partes del mundo. Mientras la democracia que prometía igualdad y progreso decepcionaba a las mayorías, el autoritarismo parecía un camino viable.
La tercera ola de la democratización, de acuerdo con Samuel Huntington, no logró la germinación del pluralismo y tampoco creó economías competitivas. En América Latina, el ascenso de outsiders ha sido una constante. Tras casi quince años de gobiernos progresistas, la derecha se fortaleció como resultado del ascenso de Donald Trump en Estados Unidos. Esto impulsó a personajes radicales como Jair Bolsonaro en Brasil, Nayib Bukele en El Salvador, Javier Milei en Argentina o Daniel Noboa en Ecuador. Todos estos líderes juegan dentro de las reglas del capitalismo y, asociados con las élites económicas y con el deseo de reactivar las economías de sus naciones, han mermado la democracia. De hecho, ciertos analistas consideran que sus victorias representan una reacción agresiva del mercado.
Lo cierto es que los proyectos de reducción de la burocracia y la simplificación administrativa de Milei y Noboa no entusiasman a la población. La denuncia de la crisis económica por parte del peronismo en Argentina y el miedo hacia Rafael Correa y su Revolución Ciudadana en Ecuador fueron armas para capitalizar los votos. Mientras que la inversión en criptomonedas del bukelismo no es una preocupación para los salvadoreños, su mano dura contra las pandillas ha disparado su popularidad.
En este contexto, la reciente aprobación en el Congreso de El Salvador de la reelección indefinida coloca a Bukele en la antesala de una autocracia cerrada. En Ecuador, Noboa pugna por un régimen híbrido y el populismo punitivo, mientras que en Brasil el bolsonarismo muestra músculo y cuestiona el papel de los jueces y el gobierno de Lula Da Silva.
En definitiva, el mundo se ha reconfigurado con el autoritarismo de ciertos líderes carismáticos, lo cual está dando lugar a una nueva era: el capitalismo autoritario.