Las dinámicas internacionales no dan tregua a la economía y al comercio internacional, lo que lleva a las organizaciones y analistas a la permanente revisión de las proyecciones económicas para los próximos meses. Lo cierto es que ya no es posible adelantar qué ocurrirá en la economía global, y la alternativa es limitarse a identificar posibles escenarios.
Actualmente, toda la atención mundial está centrada en la guerra en Ucrania que comenzó en febrero de 2022 y atraviesa una fase de acrecentamiento, dada la anexión de Vladímir Putin de otras cuatro provincias ucranianas. Junto con Crimea, anexada en 2014, Rusia controla el 22% del territorio de Ucrania y la porción más rica en productos agrícolas y minerales. Y a esto se suma el posible uso de armas nucleares por parte de Putin.
Pero también se ha llegado a límites inesperados en el enfrentamiento de Estados Unidos y China por Taiwán, dada la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de los Estados Unidos, Nancy Pelosi, a la isla. Mientras se estabilizan las tensiones entre las dos principales potencias mundiales, Corea del Norte dice presente con una seguidilla de lanzamientos de misiles, algunos de los que llegaron a atravesar territorio japonés.
En este contexto, las principales economías mundiales enfrentan enormes desafíos y ya evidencian resultados económicos muy deficientes en lo que va de 2022. Naturalmente la guerra en Ucrania ha tenido impactos en los precios internacionales, no solo de productos alimenticios, sino también energéticos, lo que afectó los precios internos con elevados niveles de inflación en los últimos meses.
Recientemente, y debido a las políticas monetarias y financieras (tasas de interés) seguidas por las principales potencias, además de cierta recuperación y el aumento de los niveles de oferta, los precios internacionales han sufrido una importante baja, si bien siguen a precios históricamente altos.
Por otro lado, está el factor China, que ha sufrido los efectos de su política de COVID cero en la economía, especialmente por las drásticas decisiones de cuarentenas obligatorias y cierres de puertos, tal como ocurrió con Shanghái. Si bien se espera que tras el comité central del Partido Comunista comience un levantamiento progresivo de las medidas restrictivas en China, es posible que hasta mediados de 2023 no se logre una estabilización total.
En los hechos, de acuerdo a los datos del Fondo Monetario Internacional (FMI), en el segundo trimestre de 2022 la economía de China cayó -2,6%, mientras que la de Estados Unidos y el Reino Unido, -0,1% (en el caso de la primera potencia mundial, sería el segundo trimestre consecutivo de caída). Mientras tanto, Japón creció 0,5% en el segundo trimestre de este año y la eurozona, 0,6%.
Adicionalmente, el FMI prevé para el año 2022 y 2023 crecimientos económicos que estarán en los índices más bajos en lo que va del siglo XXI y espera una situación aún peor con el corte total del suministro de gas de parte de Rusia a la Unión Europea, lo que aumenta los riesgos de recesión. Por otra parte, la Organización Mundial del Comercio (OMC) revisó sus proyecciones para el crecimiento del comercio mundial para 2023, y este estará en los peores índices de las últimas décadas.
En este escenario de globalización económica e interdependencia, América Latina no está exenta de la crisis global, en especial por la importancia que tienen las principales economías mundiales como mercados de destinos de las exportaciones, por ejemplo, China, donde se observa una caída en las ventas hacia ese mercado (como también la ya señalada disminución de los precios internacionales de algunos productos).
Además, en tiempos de incertidumbre, el dólar se fortalece, lo que tiene implicancias en los grados de deuda de muchos de los países latinoamericanos. Estos, a su vez, se ven impactados por las subas de las tasas de interés para controlar la inflación. Ello encarece los índices de financiación de muchas de las economías emergentes.
Por otro lado, y más allá de los efectos recién señalados, algunos países de América Latina muestran desempeños mejores que los proyectados, incluso con la revisión al alza del crecimiento esperado para lo que resta del año. La capacidad de producir productos agrícolas y alimentos procesados (si bien existen amenazas climáticas), así como, en algunos casos, bienes energéticos de forma muy competitiva (con capacidad de exportar al mundo), es un enorme diferencial en la coyuntura actual en la que existen limitaciones de oferta estructurales.
En un contexto de inestabilidad, con guerras en curso y con temores, debido al atravesamiento de dificultades todavía mayores, conceptos vinculados con la seguridad alimentaria y la continuidad de las cadenas de abastecimiento ubican a muchos de los países latinoamericanos en una posición de ventaja comparativa, que debe ser aprovechada y complementada con reformas estructurales que aún siguen pendientes.
* Este texto fue publicado originalmente en la web de REDCAEM
Autor
Director del Instituto de Negocios Internacionales de la Universidad Católica del Uruguay y coordenador del eje temático sobre Economía, Comercio e Inversión, de Redcaem. Doctor en relaciones internacionales por la Universidad Nacional de La Plata (Argentina).