Cientista político y economista. Doctor por la Universidad de Toronto. Editor Senior en Global Brief Magazine. Especialista en Diseño de Investigación Social en RIWI Corp. (Real-Time Interactive World-Wide Intelligence).
La discrepancia entre las predicciones de las encuestas y los resultados de las elecciones ha suscitado un debate profundo sobre su eficacia y relevancia en la sociedad contemporánea. Esto ha llevado a cuestionar su utilidad.
El nivel del debate político en México está por los suelos y las campañas que empiezan rumbo a las elecciones presidenciales del próximo año no apuntan a ser un combate de ideas.
Probablemente los jóvenes están llevando su protesta al mundo digital, donde quizá encuentran mayor resonancia a sus mensajes entre sus contemporáneos.
Por varios años AMLO ha intentado socavar la autonomía y presupuesto del INE y someterlo a su órbita de influencia, garantizando así a su partido MORENA.
Una característica de las izquierdas latinoamericanas que la separa de las europeas y norteamericanas es su clara apuesta por la explotación de recursos naturales como palanca de desarrollo.
La lección de la consulta sería pues que si bien AMLO y su partido parecen imbatibles en medios de comunicación y redes sociales, electoralmente es perfectamente posible vencerles.
El sistema de partidos en México está en riesgo de colapso. Los signos son claros: alianzas oportunistas entre partidos de diferente signo, polarización social en torno a una figura caudillista, un oficialismo que no termina de institucionalizarse, crisis de representación entre partidos y ciudadanía, aparición de partidos negocio o dinero negro en las campañas.
El presidente quiere eliminar los diputados que llegan al congreso por la vía de la representación proporcional para “garantizar la democracia”. Pero esta reforma abre la posibilidad a llevarnos de vuelta al monopartidismo del pasado.
El presidente mexicano está impulsando una ley que abre la puerta a su remoción a través de un referéndum. Esta opción se presenta como un novedoso derecho político que flexibiliza el sistema presidencialista. Pero el diablo está en los detalles.
El resultado más sorprendente de las pasadas elecciones intermedias fue el aparente divorcio entre AMLO y el votante de Ciudad de México. Pero no ha sido tal, la CDMX no es de izquierda, la capital siempre ha tenido vocación de oposición.