Cientista político, editor y consultor. Ha trabajado en el Centro de Investigación y Docencia Económicas - CIDE (Ciudad de México) y en la Universidad Autónoma de Puebla.
López Obrador decidió administrar la tragedia, no intentar evitarla. Y esa mala administración ha llevado a una tragedia mayor. Los simplistas se solazan con alguna versión de la creencia “todos los países han vivido una tragedia” y si son izquierdistas de la moda siguen creyendo que que no tenía alternativas.
Se ha cumplido año y medio del gobierno de AMLO y dos años de su victoria en la elección presidencial. ¿Cómo va México? Muy mal. Hay pocos aciertos y buenos resultados, mentiras varias y relevantes, y muchos más errores y consecuencias negativas.
Con el nuevo presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) no se ha llegado a un nuevo régimen político nacional. No hay nuevo régimen democrático ni autoritario, no se ha verificado ni una transición al autoritarismo ni a otro tipo de democracia. Tampoco se ha consolidado el régimen democrático ya existente.
El narcotraficante Joaquín Guzmán fue condenado a prisión perpetua en Estados Unidos. Muchos celebraron. Yo no veo el gran beneficio social de la sentencia, aunque no prefiero que El Chapo esté libre. Lo que prefiero positivamente: que las drogas sean legales y, por tanto, no aparezcan “chapos”. O “capones”.
Solo por existir un gobierno de Andrés Manuel López Obrador, sus partidarios, e incluso muchos de sus críticos, hablan del “nuevo régimen”. Si tomamos en serio los conceptos, y las distinciones entre ellos, la conclusión es otra. Hagamos un análisis tan preciso, claro, breve y sencillo como sea posible.
Su figura sigue convocando a los exagerados por vocación y alimentando el fanatismo político a favor y en contra. Con el refuerzo amplificador de las “redes sociales”, la discusión sobre su gobierno está entrampada, estancada, envenenándose: ha sido capturada por el extremismo, sin importar hechos ni razones.
En general, no me opongo a que un Estado reconozca errores pasados; con los que tenga clara relación –en un periodo de tiempo razonable-; me opongo a que siga repitiéndose una idea falaz con efectos negativos: que a “México” lo conquistaron “los españoles” en contra de “los indios”.
Para seguir pensando el fenómeno narco en Latinoamérica y ganar más claridad sobre él, conviene pensar comparativamente. Comparar, entendido no como asimilar dos o más cosas, sino como ponerlas en contraste analítico. Tiene sentido comparar narco y mafia. Como ya lo he hecho, me adelanto: ¿son lo mismo? No.
El problema mexicano con el narcotráfico y la violencia es internacionalmente famoso. Y efímeramente famosas son estadísticas relacionadas que son periódicamente sucedidas por otras peores, como esta: 16,000 asesinatos en la primera mitad de 2018. Los registros que obtengamos en 2019, estoy seguro, serán peores.
Ya lo sabíamos: Evo Morales quiere seguir siendo presidente. Muchos bolivianos quieren que siga siéndolo, cierto. Pero no la mayoría nítida (51%) de los que participaron en 2016 en el referéndum convocado por el oficialismo para decidir sobre su reelección sin límites, como los del artículo 168 de la Constitución.