Cientista político y ensayista. Licenciado en Sociología por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Fundador del Club Político Argentino. Obtuvo el Premio Nacional de Cultura en 2012 y el Premio Konex de Platino en 2016.
Durante nuestros ochenta ya estaba muy clara la desarticulación del pacto fiscal argentino. En un libro clásico, Ricardo Carciofi mostraba descarnadamente los profundos disensos sociales, políticos e institucionales sobre la estructura de ingresos y gastos públicos.
Desde hace mucho ya, el Estado argentino se caracteriza por su debilidad. Afirmar que es necesario reconstruir el Estado está muy bien, pero no nos lleva lejos; eso, indispensable, insume tiempo, hay que empezar ya, sí, pero mientras tanto debemos encarar los problemas con los recursos disponibles.
Una cara enojada, o un rabioso exaltado, se destacan mucho más en medio de una multitud feliz o tranquila que un rostro feliz o calmo en medio de una multitud alterada o enfurecida. Un político, un funcionario o un juez competentes pasarán desapercibidos en medio de una multitud de inútiles, pero cualquier incapaz llamará la atención.
En Argentina la política se desenvuelve en un entorno faccioso. La desconfianza mutua entre sectores, y de todos en relación al futuro empeora las cosas, porque son muy pocos quienes están dispuestos a cooperar, ya que sienten que lo harían por nada, y no como un precio a pagar por un futuro mejor.
Así tituló una vez Aníbal Ford un artículo publicado en los albores de la democracia, indignado con quienes sostenían que las grandes mayorías también se habían hecho de la vista gorda con la represión y tenían alguna cuota de responsabilidad por su respaldo a la aventura malvinera.