La violencia opera como un “impuesto oculto” que le cuesta a América Latina 3,5% del PIB y estrangula inversión, productividad y desarrollo, convirtiendo la seguridad en la gran política económica pendiente de la región.
La violencia en México adopta cuatro rostros territoriales distintos, revelando un país donde el Estado coexiste, compite o desaparece frente al crimen organizado.
El tráfico de órganos, sustentado en el engaño y la desigualdad, expone una forma extrema de trata humana que desafía la ética y la capacidad de respuesta en América Latina.
El avance del crimen organizado en América Latina amenaza no solo la seguridad, sino las bases mismas del desarrollo humano y la democracia en la región.
Con la evolución y diversificación de nuevos mercados ilícitos, la capacidad corruptora de las redes criminales desafían la supervivencia de las instituciones democráticas.
En la era digital, las bandas criminales han encontrado en TikTok una poderosa herramienta de seducción, apelando a emociones y símbolos para reclutar jóvenes.