El voto obligatorio en América Latina revela una paradoja: aunque la ley exige participar, la participación real depende mucho más de la confianza ciudadana que de las sanciones.
La caída de la participación electoral revela una crisis inquietante: cuando el pueblo deja de votar, la democracia se vacía y avanza, por decisión propia, hacia la “servidumbre voluntaria”.
El despliegue político de Daniel Noboa, entre marchas y concentraciones masivas, revela un liderazgo centrado en su figura y el desplazamiento de la legitimidad institucional hacia las calles.
El deterioro democrático se agudiza con un crecimiento demográfico desbordado y una agenda pública cada vez más compleja, dejando a la ciudadanía entre la perplejidad, la polarización y la desinformación.