La historia de la descentralización en América Latina revela un persistente pulso entre la aspiración autonómica de los territorios y el instinto centralizador de los Estados.
La destitución de Dina Boluarte simboliza el colapso de una democracia peruana agotada, desconectada de su ciudadanía y atrapada en un ciclo de crisis institucional y deslegitimación política.
Muchas personas comparten ideas de izquierda, pero rechazan emocionalmente a los partidos que las promueven, revelando que hoy la confianza pesa más que el programa.
La experiencia regional con empresarios convertidos en presidentes ha demostrado los riesgos inherentes de entregar el poder a quienes provienen del mundo empresarial sin experiencia democrática previa.
La destitución de Dina Boluarte no es un hecho aislado, sino la confirmación del patrón de inestabilidad que marca a las presidencias latinoamericanas desde hace más de cuatro décadas.
De ser un país con récord de golpes de Estado a laboratorio del populismo andino, Bolivia enfrenta un nuevo punto de inflexión. La segunda vuelta presidencial marca el ocaso de la hegemonía del MAS y abre un escenario incierto: la élite política deberá enfrentar una economía al borde del colapso y el fantasma persistente de Evo Morales.